La monarquía del miedo
La monarquía del miedo ha desplazado de su sitio fundamental al optimismo y a la esperanza. Es comprensible que esta suplantación suceda con mayor frecuencia debido a las complejas situaciones de inseguridad, incertidumbre y violencia que aquejan a los seres humanos.
El experimentar miedo, en sí mismo, no es negativo. Existe un miedo racional y razonable que se experimenta cotidianamente ante situaciones que exigen respuesta, y que, incluso, es benéfico para la salud de cuerpo y mente; mientras que hay otro miedo irracional y excesivo que presenta un escenario totalmente desproporcionado con la experiencia del contexto (desde los antiguos griegos se hacía una distinción entre deimos, miedo antes de la batalla, y phobos, pánico durante la batalla).
La constante inseguridad en que vivimos actualmente nos lleva a experimentar un miedo irracional y paralizante, como afirmó la filósofa Martha Nussbaum, en su libro La monarquía del miedo: “El miedo tiende con demasiada frecuencia a bloquear la deliberación racional, envenena la esperanza e impide la cooperación constructiva en pos de un futuro mejor... En vez de afrontar esas dificultades e incertidumbres, muchas personas que sienten que su nivel de vida empeora pueden optar por echar la culpa de todo ello a los «malos» de esta historia”.
En efecto, es común que, ante la irracionalidad del miedo, se opte por buscar chivos expiatorios sobre los cuales descargar las represiones, ansiedades y frustraciones. Por desgracia, como afirmó Byung-Chul Han, en El espíritu de la esperanza: “Merodea el fantasma del miedo. Permanentemente nos vemos abocados a escenarios apocalípticos como la pandemia, la guerra mundial o las catástrofes climáticas... El miedo ha sido desde siempre un excelente instrumento de dominio. Vuelve a las personas dóciles y fáciles de extorsionar”.
¿Permito que rija la monarquía del miedo? ¿Restituyo la esperanza?