La moraleja de la tempestad
El 27 de marzo de 2020, el Papa Francisco presidió una oración y reflexión desde una Plaza de San Pedro vacía, pues era el momento más álgido de la pandemia. El acoso del coronavirus nos hizo tremendamente conscientes de nuestra fragilidad y vulnerabilidad. “La vida del hombre es como un soplo y sus días como la sombra que pasa”, recalca el Salmo 144, 4.
Además del embate de ese virus, sobrellevamos desastres naturales, narcopandemias, accidentes, diferentes formas de violencia y otras muchas tormentas que amenazan nuestra barca. Sin embargo, aunque no nos agraden, todas estas calamidades tienen su causa, motivación, moraleja y razón de ser.
En la reflexión a que aludimos, el Pontífice expresó: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”.
Agregó: “La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas ‘salvadoras’, incapaces de apelar a nuestras raíces, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar”.
En otra ocasión, manifestó: “Vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre... ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasa completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran. El dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan”.
¿Descubro la moraleja y analizo la realidad?