La nueva tendencia: ‘Ozempic face’ y los agonistas GLP-1 orales
Cada vez es más común encontrarse con la llamada “cara Ozempic”, ese nuevo rostro de moda que parece decir: “perdí 10 kilos y también mis mejillas”. En redes sociales, abundan las selfies donde la gente revela su éxito con el GLP-1 mientras sus pómulos parecen haber pedido asilo político. Es como si la delgadez se hubiera llevado no sólo la grasa corporal, sino también la expresión relajada: cejas más marcadas, mandíbula afilada y un aire de “me olvidé de comer y de sonreír”.
Los agonistas del receptor de GLP-1, como la semaglutida, la liraglutida o la tirzepatida, inducen una pérdida de peso rápida y significativa, principalmente mediante la reducción del apetito, el vaciamiento gástrico más lento y una menor ingesta calórica. Sin embargo, esta pérdida de peso no es selectiva de la grasa abdominal o visceral, sino global, afectando también al tejido subcutáneo facial. En términos fisiológicos, cuando el déficit calórico se mantiene durante varias semanas, el cuerpo moviliza sus reservas energéticas de grasa tanto de la periferia (como brazos, muslos y rostro) como del tronco. El rostro, donde el tejido graso es relativamente fino y estructuralmente clave para el volumen y la juventud, pierde grasa de manera visible, generando mejillas hundidas, pómulos más marcados, piel más flácida o colgante, surcos nasogenianos más profundos y un aspecto envejecido o cansado.
Este conjunto de cambios se conoce coloquialmente como “cara chupada” u Ozempic face. La razón por la que este fenómeno ocurre con los fármacos GLP-1 y no con todas las dietas radica en la velocidad y magnitud de la pérdida de peso. Los estudios clínicos con semaglutida (Ozempic, Wegovy) o tirzepatida (Mounjaro, Zepbound) muestran reducciones del 10 al 15 por ciento del peso corporal en menos de un año, algo que supera ampliamente a la mayoría de intervenciones no farmacológicas. Este descenso rápido no da tiempo suficiente a que la piel, especialmente la facial, se readapte a la nueva estructura subyacente, lo que agrava la flacidez y la pérdida de volumen. Además, con la edad, particularmente después de los 35 años, disminuye el colágeno dérmico y la capacidad de retracción cutánea, haciendo que el efecto sea más notorio. Otros factores también influyen: los pacientes mayores, con piel fina o fotodañada, son más propensos a presentar flacidez facial; la pérdida de masa muscular, que puede ocurrir si la dieta es deficiente en proteínas o si no se realiza ejercicio de resistencia, acentúa el aspecto “desgastado”; el déficit de micronutrientes o la deshidratación reducen la turgencia cutánea; y la predisposición genética también juega un papel, pues algunas personas acumulan más grasa facial y, al perderla, el cambio visual resulta mucho más drástico.
Una de las noticias más recientes en el campo es la aparición de fármacos orales que actúan como agonistas del receptor de GLP-1, lo que podría superar las barreras tradicionales de uso (inyección, refrigeración, logística) y abrir un acceso más amplio.
Entre estos, se destaca el fármaco Orforglipron (fabricado por Eli Lilly), un agonista “molécula pequeña” del receptor GLP-1. En un ensayo clínico de más de 3 mil participantes con obesidad, en hasta 72 semanas, el promedio de pérdida de peso fue aproximadamente 11 por ciento en la dosis más alta. Otro ensayo con versión oral de Semaglutida (versión elevada de la ya aprobada para diabetes) reportó cerca de 14 por ciento de pérdida de peso tras 64 semanas en más de 300 participantes.
Las ventajas proyectadas incluyen: administración oral diaria, no requiere refrigeración, menos barreras logísticas, mayor accesibilidad potencial. Pero también, y esto es clave, se trata de terapias aún en fase de aprobación regulatoria, y se necesita más tiempo para documentar seguridad a largo plazo, efectos en poblaciones diversas y coste-efectividad.
Desde el punto de vista técnico, los avances en estos nuevos fármacos “moléculas pequeñas” implican mejor permeabilidad tisular, mayor estabilidad, y posibilidad de combinaciones terapéuticas. Por ejemplo, una revisión reciente sobre pequeñas moléculas agonistas de GLP-1 destaca su “potencial para redefinir el cuidado de la diabetes” mediante mejor adherencia y accesibilidad.
Los agonistas del receptor de GLP-1 representan uno de los desarrollos más significativos en metabolismo y obesidad en la última década. La posibilidad de contar con versiones orales amplía el horizonte terapéutico, con implicaciones potencialmente globales.
Sin embargo, es esencial mantener una perspectiva equilibrada. Por un lado, el impacto en la reducción del peso corporal, la mejora de parámetros metabólicos y la reducción del riesgo cardiovascular es muy prometedor. Por otro lado, no debemos olvidar que estos fármacos no son “píldoras mágicas”: su eficacia óptima se obtiene dentro de un marco multidisciplinario que incluya dieta, actividad física, modificación de conducta y atención del entorno. Además, los riesgos (aunque relativamente modestos comparados con los beneficios en muchas personas) requieren seguimiento y una selección adecuada de los pacientes.
Desde la perspectiva de salud pública (y también desde la perspectiva clínica en ambientes como México o Latinoamérica), la llegada de un fármaco oral eficaz facilitaría la accesibilidad en poblaciones con recursos limitados o con barreras logísticas al uso de inyecciones. Pero igualmente será clave evaluar cuestiones como costo, cobertura de seguro, equidad de acceso, capacitación del personal clínico, y seguimiento de seguridad en la “vida real”.
Para los profesionales de la salud, los investigadores y los responsables de políticas públicas, este momento invita a replantear las estrategias de tratamiento de la obesidad y la diabetes. No se trata únicamente de recetar un fármaco, sino de integrarlo en un sistema de atención que contemple factores sociales, económicos y culturales, especialmente en contextos con alta prevalencia de obesidad, resistencia a tratamientos y desigualdad en acceso.
Finalmente, la ciencia continúa avanzando: los estudios más recientes ya apuntan incluso a combinaciones con otros receptores (como duales GIP/GLP-1), y a nuevas moléculas con perfiles aún más favorables. Pero, como siempre, la prudencia exige que esperemos resultados largos, robustos y realistas antes de declararlos como soluciones definitivas.