La pausa del análisis

Rodolfo Díaz Fonseca
14 agosto 2018

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Vivimos estimulados por una constante excitación y un estresante frenesí. Todo transcurre rápido y debemos abordar presurosos el vertiginoso tren de la proyección, estrategia, creatividad y productividad. No hay tiempo que perder, no existe ningún círculo de espera. El presente es digerido por el futuro y se disolvió ya en el ayer.
 
En esta incesante carrera contra el tiempo hay poco espacio para el análisis; el reflexionar y hacer pausas puede convertirse en un inminente riesgo de retroceso y regresión.
 
Sin embargo, es necesaria una breve interrupción del movimiento y ajetreo cotidiano, que nos permita analizar quiénes somos, qué queremos y hacia dónde vamos.
 
“De vez en cuando hay que hacer una pausa, contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana, examinar el pasado rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa y no llorarse las mentiras sino cantarse las verdades”, escribió Mario Benedetti.
 
En ocasiones, el análisis no es elegido libremente, sino obligado por una crisis o derrumbe personal. “Las crisis suelen ser esos puntos de quiebre, de derrumbe, que obligan a un sujeto a replantear su vida y le imponen el desafío de volver a empezar... Obligado a caminar sobre sus propias ruinas sacude el polvo de su historia y mira, no sin temor, aquello por venir”, señaló el psicólogo y artista argentino Daniel Rolón.
 
“Analizarse es aceptar el reto de convertirse en un sujeto diferente; es un acto de vida que se pone en movimiento y también una elección. Y así como el nacimiento fue la culminación de un deseo ajeno que nos marcó sin pertenecernos, renacer en análisis es hacerse cargo del destino, tomar la decisión de no rendirse y poner en juego el deseo propio”, añadió.
 
¿Hago una pausa en el camino? ¿Analizo mi vida y mis actos?
 
rfonseca@noroeste.com

 

@rodolfodiazf