La reforma electoral desde la visión ciudadana

Laboratorio electoral
08 diciembre 2025

México atraviesa de nuevo un proceso de reforma electoral. Se trata de la doceava reforma electoral de amplio alcance en los últimos cincuenta años en nuestro país. A diferencia de otros, la reforma electoral que se construye podría ser una de las más radicales jamás vista, pues podría cambiar por completo las bases del sistema electoral y la democracia mexicana como la conocemos; una que, de mantenerse en el sentido de las anteriores, se comportaría como contrarreforma al pluralismo, equidad y certeza que se le dio al sistema electoral en las últimas cinco décadas.

En los último siete años en nuestro país se han dado de manera paulatina varios cambios en torno a la participación ciudadana y los procesos electivos. Desde la apertura e implementación de mecanismos de democracia directa, como consultas ciudadanas y revocación de mandato, hasta la elección de la primera Presidenta y la implementación de elecciones populares para cargos jurisdiccionales en el Poder Judicial.

Aunque desde el Laboratorio Electoral hemos abordado múltiples veces estos temas en columnas anteriores y análisis especializados, consideramos que hemos dedicado poco espacio para abordar la importancia de lo que está en juego desde una visión ciudadana. Es sumamente importante que como ciudadanos y ciudadanas conozcamos y entendamos la relevancia y profundidad de lo que se viene para el sistema electoral.

La democracia como sistema

La democracia como la conocemos sigue siendo, a pesar de sus fallas, el mejor sistema de gobierno porque permite la representación de distintas ideas y afinidades políticas, fomenta la alternancia de gobiernos, e impulsa la creación de instituciones que trascienden gobiernos. México ha sido prueba de ello con tres grandes alternancias en la Presidencia, y múltiples en los gobiernos locales durante los últimos 40 años, sumado a la construcción de instituciones fuertes e independientes que vigilan no solo al gobierno, sino a las tres ramas del poder: la Presidencia, el Congreso y el Poder Judicial.

La democracia electoral se ha construido a partir de reglas que permitieron la competencia electoral entre distintas fuerzas políticas, la conformación plural de los legislativos –federal y locales–, así como la creación de nuevos partidos políticos y la constitución de autoridades electorales que organizaciones elecciones imparciales y equitativas. La exigencia de la pluralidad y la representatividad se han mantenido al frente.

En México, en cincuenta años, pasamos de un sistema de partido hegemónico a una pluralidad partidista que permite que todas las visiones e ideologías accedan a los cargos de elección popular, en donde las elecciones son confiables y sabemos que como ciudadanos tenemos el poder de decidir quién nos gobierna y representa.

Durante los últimos años hemos visto importantes cambios al sistema electoral, los cuales han traído consigo restricciones a las funciones y capacidades de las autoridades electorales, recortes presupuestales a quienes organizan las elecciones sin un análisis técnico previo, uso indiscriminado de recursos públicos en las elecciones, intervención constante del gobierno y funcionarios públicos para favorecer candidaturas afines. En suma, nuestra democracia electoral está transformándose para tener muchos procesos comiciales, con poca o nula capacidad de decisión de la ciudadanía; un escenario en el que tenemos muchas elecciones, pero el voto cada vez cuenta menos.

Ahora caminamos hacia una nueva reforma electoral en la que se analiza un amplio abanico de propuestas, las cuales van desde la desaparición de los plurinominales, desaparecer autoridades electorales, centralizar las funciones del INE, reducir diputaciones locales y regidurías, entre otras. Advertimos que muchas de estas implican ir en contra del diseño construido durante los últimos años y que, además, vienen con una sistemática ausencia de análisis y sustento técnico, lo cual puede demeritar la calidad de las elecciones y desincentivar la participación ciudadana. El ejemplo de ello son las elecciones judiciales, un proceso comicial novedoso, que fue producto de la ausencia de un diseño adecuado para una elección de este tipo, así como la improvisación, la cual derivó en una participación sumamente baja, apenas superior al 10 por ciento de los posibles electores.

El escenario que presenta esta reforma que se concretará en 2026, más la experiencia de las elecciones de 2024, que seguimos desde el ANIE, y la de las judiciales de 2025, que observamos en el OEJ, nos ha alertado de la necesidad de impulsar un esfuerzo mayor, por lo cual creamos el Observatorio Permanente de Integridad Electoral (OPINE).

Desde el OPINE presentamos ya dos primeros informes sobre las necesidades del sistema electoral mexicano, la importancia de incorporar a distintas fuerzas políticas para llegar a consensos políticos, los estándares internacionales, entre otros temas. El análisis de cada una de estas etapas y los trabajos que se han hecho en la Comisión, competen no solo a las autoridades y al gobierno sino a todas las personas que vivimos en democracia. No es momento de mirar a otro lado.