La sobrepoblación en las cárceles del Estado de México
Las cárceles en México tienen un grave problema de sobrepoblación, es decir, las mismas están diseñadas para albergar a un número determinado de personas, pero la cantidad de reos es mayor en muchas de las prisiones y el Estado de México es la entidad en donde este problema es más grave.
De acuerdo con el Cuaderno Mensual de Información Estadística Penitenciaria Nacional correspondiente a junio de 2025, que genera el Inegi, en la suma de todos los reclusorios en México incluyendo a penales federales y estatales se tiene un excedente de 23 mil 855 reos y 134 de las 275 prisiones del País tienen sobrepoblación. Sólo el Estado de México tiene 7 mil 836 internos de exceso, esto quiere decir que dicha entidad por sí sola concentra el 32.8 por ciento de la sobrepoblación en prisiones, con un total de 154 por ciento de excedente frente a la capacidad instalada de sus 21 centros penitenciarios.
De las 21 cárceles del Estado de México, 17 tienen problemas graves de sobrepoblación, por ejemplo, el Penal de Chalco tiene un 512 por ciento de exceso de reos; el de Zumpango un 488 por ciento; Jilotepec, 352 por ciento; El Oro, 345 por ciento; Tlalnepantla, 282 por ciento; Ecatepec, 244 por ciento; Nezahualcóyotl Bordo Xochiaca, 212 por ciento; Cuautitlán, 191 por ciento; Texcoco, 189 por ciento; Lerma, 180 por ciento; Ixtlahuaca, 171 por ciento; Santiaguito, 129 por ciento; Tenancingo, 82 por ciento; Valle de Bravo, 42 por ciento; Tenancingo Sur, 30 por ciento; Otumba Tepachico, 13 por ciento, y Tenango del Valle, 10 por ciento.
Por ende, sólo cuatro centros penitenciarios del Estado de México no tienen sobrepoblación, que son los de Sultepec, Nezahualcóyotl Sur, Nezahualcóyotl Norte y la Penitenciaría Modelo, que se encuentra también en Neza. De estos bien se podría descartar a la Penitenciaría Modelo, porque precisamente es un espacio que las autoridades estatales han buscado preservar con estándares diferentes al resto de la entidad, enviando a una cantidad muy baja de reos, con miras a mantener la certificación de la Asociación de Correccionales de América (ACA).
Es inaceptable que haya centros penitenciarios en donde se meta al doble, triple, cuádruple o al quíntuple de internos que da su capacidad, ya que ello se traduce en cuatro consecuencias nocivas, mismas que se exponen a continuación:
- Mayor probabilidad de motines y riñas, porque al haber más reos en espacios reducidos, la posibilidad de diferendos y peleas aumenta, lo que a su vez propicia que se incrementen los motines y las riñas. Por ejemplo, hace unas semanas hubo una riña en el Penal de Chalco, el de mayor sobrepoblación, y en febrero se llevó a cabo un motín en el de Tlalnepantla.
- Propicia más corrupción y autogobierno, porque hay escasez de insumos, generándose así la oportunidad de que los reos sean extorsionados para conseguirlos. Por ejemplo, estar en una celda menos congestionada o conseguir un espacio para dormir es vendido por los grupos de internos con más poder; la comida y los enseres de limpieza, igual, y eso propicia que unos reos expolien a los otros.
- Más problemas de salud, ya que al haber hacinamiento el agua no es suficiente, la limpieza se complica, los insectos se reproducen con mayor facilidad, se genera más basura, los contagios se dan con mayor frecuencia y, por tanto, hay mayor incidencia de enfermedades.
- Menor posibilidad de reinserción social, ya que cuando un Penal tiene problemas por el espacio, tiene que utilizar las áreas comunes de esparcimiento, formación o lugares de trabajo como talleres y centros de producción y convertirlos en celdas, por lo que menos reos tendrán la posibilidad de estudiar y trabajar dentro del centro penitenciario.
Por tal motivo, las autoridades del Estado de México podrían llevar a cabo cuatro acciones para reducir la sobrepoblación:
- Buscar estrategias para reducir el pasivo en materia de justicia penal, ya que un porcentaje relevante de los reos está en prisión preventiva, esperando sentencia, incluso por años, de manera que si se resuelven los juicios, algunos pueden salir libres. Primero, porque no hubo pruebas para condenarlos; segundo, por buena conducta, y tercero, por haber pagado ya la mayor parte de su sentencia, de manera que se pueden acoger a un beneficio procesal que les ayude a salir antes.
- Propiciar una política en donde solo los delincuentes de mayor peligrosidad lleguen a la cárcel. A veces como sociedad tenemos el impulso por encerrar a todos, pero quizá podríamos tener programas de libertad condicional, con labor comunitaria para los infractores de menor gravedad, al tiempo que se evita que estos entren en contacto con criminales más experimentados y aprendan malas prácticas delictivas que los hagan más peligrosos para la sociedad.
- El uso de brazaletes e implementos tecnológicos que permita el arresto domiciliario. De forma que haga posible dar libertad condicional a reos de baja peligrosidad, pero a la vez que los mismos estén monitoreados.
- Construir algunos centros penitenciarios adicionales. Aunque esta estrategia debe ser la última opción, es decir, no se soluciona el problema aumentando el número de espacios, sino buscando de forma consciente que la cárcel sea el castigo de quien realmente lo merece.
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El autor es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila, especialista en seguridad y doctor en políticas públicas por el CIDE.