La sociedad civil desplazada: del capital social al asistencialismo gubernamental

Elio Villaseñor Gómez
19 diciembre 2025

En las últimas décadas, la sociedad civil en México ha sido un actor clave en la construcción democrática. Con la Ley Federal de Fomento a las Actividades de la Sociedad Civil, se reconoció el papel de las organizaciones en la generación de cohesión social y en la formulación de políticas públicas con conocimiento especializado.

Hoy, sin embargo, vivimos un cambio de rumbo. El Estado ha optado por privilegiar la relación directa con los individuos, principalmente a través de la red de Servidores de la Nación, dejando en segundo plano a las organizaciones sociales y comunitarias.

Este esquema asistencialista asegura transferencias inmediatas de beneficios, pero al mismo tiempo debilita los procesos colectivos, erosiona el tejido comunitario y limita el potencial de transformación social.

Como advierte Robert Putnam, el capital social —esas redes de confianza, reciprocidad y cooperación— es indispensable para el bienestar democrático. Cuando lo comunitario pierde fuerza, se refuerza la dependencia hacia el Estado y la ciudadanía se reduce a una condición de beneficiaria pasiva.

Boaventura de Sousa Santos lo expresa con claridad: la democracia no puede agotarse en el voto; requiere espacios efectivos de participación e incidencia ciudadana. Sin la voz organizada de la sociedad civil, la calidad de la democracia se empobrece.

Este modelo de centralidad gubernamental tiene consecuencias profundas:

Convierte las políticas sociales en simples instrumentos de distribución.

Refuerza un vínculo vertical entre Estado y ciudadanos.

Convoca a la sociedad civil de manera coyuntural y la descarta una vez cumplida su función.

Frente a ello, las organizaciones sociales siguen resistiendo: forman, acompañan, fortalecen capacidades y generan alternativas. Pero la pregunta persiste:

¿Cómo transitar de un enfoque asistencialista a otro que construya capital social?

¿Qué pasos dar para recuperar a la sociedad civil como interlocutora legítima en la política pública?

¿Cómo garantizar que la ciudadanía sea reconocida como agente activo y no solo como beneficiaria pasiva?

En suma, el desafío no es únicamente técnico, sino político y cultural: superar un modelo que desplaza lo comunitario y fomenta la dependencia individual, para avanzar hacia un enfoque que priorice la participación democrática, la corresponsabilidad y la construcción de capital social.

El reto está en devolver a la sociedad civil su lugar como motor de cambio, no como simple espectadora. Recuperar lo comunitario es recuperar la democracia.

* Elio Villaseñor Gómez es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A. C. (@Iniciativa_pcd).