La tercera ola

Arturo Santamaría Gómez
17 julio 2021

AMLO, Quirino y los alcaldes de Sinaloa apostaron por la economía y dejaron en un segundo plano la salud pública. Muchos pobladores del estado, empresarios y peatones, quizá la mayoría, apostaron al fuego: salir a las calles a buscar la ganancia y el salario. Esta doble jugada es altamente riesgosa y tendrá un alto costo médico y luctuoso, pero ambos campos de la sociedad, gobierno y sociedad, ya no quieren reeditar el enclaustramiento de los inicios de la pandemia, aunque el ritmo de contagios sea ahora mucho mayor al del año pasado.

La apuesta del Gobernador no es política porque en este campo ya no tiene nada que perder en lo que resta de su administración, salvo que le interese que lo sigan considerando como uno de los mandatarios estatales con mayor aprobación porque, según la casa encuestadora México Elige, fue el mejor clasificado en el País durante el mes de junio. Haciendo un paréntesis en este tema, es de suyo interesante observar como en las pasadas elecciones los ciudadanos no establecieron una correspondencia entre su voto y la calificación que le dieron a Quirino porque le hicieron perder las elecciones a su partido pero a él lo colocan en el pódium. Esto confirmaría que los electores de Sinaloa, y también de otras entidades de la República, votaron fundamentales por AMLO y sus programas, y menos en favor de sus abanderados, aunque en nuestra entidad Rubén Rocha Moya al recibir más papeletas en su urna que cualquier otro candidato a Gobernador demuestra que hizo su propio aporte.

En realidad, Quirino, tanto como gobernante como empresario, apostó a que los negocios siguieran su marcha, a pesar de que, al menos en el sector turístico y gastronómico, quizá disminuyan su velocidad.

López Obrador, aun con el inmenso riesgo de que la pandemia se salga totalmente de control entre la población joven, no quiere detener el ritmo de la recuperación económica porque la misma se convertiría en una crisis política que haría abortar la continuación de la 4T en el poder.

El Presidente, y también el Gobernador, para justificar sus decisión ponen como ejemplo lo que acabamos de ver en Londres, donde la final de la Copa Europea de futbol y la de tenis en Wimbledon, se jugaron con estadios repletos y sin que los fanáticos usaran cubrebocas, pero se les olvida decir que en ese país, como en Estados Unidos donde los estadios también presumen llenos, el número de personas vacunadas es mucho más alto que en México, donde ni el 20 por ciento de los habitantes del territorio han recibido la dosis completa. En Inglaterra más del 52 por ciento están vacunados y con los que han superado la enfermedad están cerca de lograr la inmunidad de rebaño. En Estados Unidos han sido vacunados el 82.7 por ciento de las personas en la mayoría de sus estados y territorios. Es decir, no se puede comparar México a esos países en los niveles de protección.

En realidad, no hay argumentos médicos sólidos para respaldar decisiones de carácter económico y político ni en México en general, ni en Sinaloa en particular. Unos piensan en las ganancias y otros en el poder.

Por otra parte, la conducta cívica de millones de mexicanos, al margen de la necesidad de salir a ganarse el sustento, deja mucho que desear. Uno de los peores ejemplos de comportamiento social son los turistas tanto nacionales como extranjeros en el destino vacacional que ustedes quieran, ya sea Cabo San Lucas, Cancún, Mazatlán o cualquier otro.

Por razones que no han sido estudiadas, un alto número de turistas piensan que ellos no están obligados a acatar las normas cívicas, de urbanidad y de tránsito del lugar que visitan. Piensan que su derecho al ocio les permite la disipación y el relajo, esto al menos en los espacios de sol y playa.

Lo anterior es más cierto entre los turistas mexicanos que entre los extranjeros, y más cierto aún entre los jóvenes. Al menos, esto es lo que vemos en Mazatlán, Altata o Ceuta.

Así pues, si observamos que la conducta de los turistas es muy difícil de controlar, baste ver a la gran mayoría de ellos caminar sin cubrebocas en el malecón de Mazatlán, va a ser extremadamente difícil mantener en números controlables el contagio del Covid-19 en el municipio y en los municipios más grandes de Sinaloa. Baste decir que Culiacán, sin ser una ciudad turística, ha sido el municipio con más contagios y decesos a lo largo de la pandemia.

Esta terrible enfermedad nos podría dejar abundantes lecciones científicas, médicas, psicológicas, políticas, sociales, culturales y económicas, pero parece que, al menos en México, no todos queremos aprender. El panorama indica, al margen de los criterios políticos y económicos de los gobernantes, que el proverbial valemadrismo mexicano, y el no menos extendido fatalismo y, también, el providencialismo, se vuelven a imponer entre una cantidad suficiente de nacionales como para hacer abortar los intentos de quienes quieren hacer las cosas de una manera más racional y socialmente responsable.

Rubén Rocha Moya va a recibir a Sinaloa en condiciones mucho más difíciles en las que lo recibió Quirino Ordaz. No importa que, en términos políticos, tenga una cuota de poder marcadamente más alta que la del actual Gobernador. Los indicadores económicos estarán, al menos en los dos primeros años, muy por debajo de los que recibió el Gobernador empresario. La educación, debido a la pandemia, estará por los suelos, en un estado inédito. La presencia del crimen organizado será abrumadora. La crisis ambiental seguirá creciendo y no se ven respuestas en el horizonte. Y, lo más seguro, tal y como van las cosas, es que la dependencia hacia Palacio Nacional será mayor que con Quirino. Así que, ante este panorama, aunque no le guste a AMLO, una mayor acción de la sociedad civil y del capital privado será fundamental.