La tumba esponsal

Rodolfo Díaz Fonseca
16 marzo 2023

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La fórmula matrimonial afirma que los esposos permanecerán unidos hasta que la muerte los separe. Es cierto que cada quien experimenta su propia muerte, pero son muchos los relatos y composiciones musicales que versan sobre amantes que, por trágicas desavenencias y rencillas familiares o sociales, pueden compartir lecho, destino y sueño eterno solamente hasta que reposan en la misma tumba.

Tal vez la narración más conocida nos la legó Shakespeare, con Romeo y Julieta. Sin embargo, existen relatos más complicados porque se tercia un triángulo amoroso, como Nitetti, pieza musical escrita por Pietro Metastasio por encargo de Farinelli. Asimismo, son típicas las rivalidades en las óperas entre dos mujeres por el amor de un hombre, como en Norma, de Bellini, o Anna Bolena y Roberto Devereux, de Donizetti.

Aida es una esclava etíope (aunque en realidad es la princesa, hija del rey Amonasro, a quien dan por muerto en combate y permanece incógnito entre los prisioneros) enamorada del guerrero Radamés, quien es amado, a su vez, por Amneris, la hija del faraón.

Radamés ansía ser elegido para luchar contra los etíopes, por eso canta: “Si yo fuese aquel guerrero”, que desemboca en el aria Celeste Aida. Al ser escogido Radamés, Aida canta el contradictorio: Regresa victorioso. De hecho, retorna con gran botín y enmarcado en una solemne y triunfal marcha, con lo que se gana también el derecho a casarse con la hija del faraón, pero su corazón pertenece a Aida.

Este indisoluble y fiel amor es guardado en silencio. Incluso, Radamés llega a violar secretos de estado al revelar al rey Amonasro el paradero de las tropas egipcias, por lo que es condenado a morir enterrado vivo, pero Aida se introduce furtivamente en la tumba para morir con su amado.

¿Amo hasta la muerte?