Las cuatro generaciones de mujeres en mi vida
A lo largo de nuestra existencia, muchas personas entran y salen de nuestras vidas. Algunas desaparecen al poco tiempo y te preguntas qué habrá sido de ellas. Otras, llegan y se quedan contigo para siempre. Dejan en ti una huella imborrable, y parte de tu personalidad fue aprendida de ellas. Creo que para mí, la mayoría de esas personas han sido mujeres. Cada una ha vivido un contexto social y cultural diferente que trataré de exponer muy brevemente.
Tendré que empezar aquí por mi abuela. Buena parte de mi infancia me crié con mi abuela paterna, Natalia; una mujer fuerte, de rancho, de esas de “buena madera” que no se quejaban nunca de lo dura que era la vida. De hecho, creo que nunca la vi llorar.
Se levantaba muy temprano por la mañana para prepararnos el desayuno a los numerosos hombres de la familia. Tuvo estudios muy básicos; tres años de primaria, decía que en aquellos años sólo se llegaba hasta ese grado. Bastaba saber leer y escribir para insertarse en el mercado laboral femenino de aquellos años postrevolucionarios.
Cuando se casó, siendo prácticamente una niña, se dedicó sólo a los trabajos domésticos; dependía económicamente de mi abuelo, y cuando enviudó, mi papá y mis tíos asumieron esa responsabilidad. Murió a los 101 años de edad rodeada de sus hijos, nietos y bisnietos.
En una segunda generación, me referiré a mi madre. Ella también se casó muy joven, creo que tenía como 18 años cuando se casó con mi papá. Pero una diferencia con mi abuela fue que su juventud transcurrió en los años 70; formó parte de una generación de mujeres que vivió una fase de liberación social. Las mujeres de esos años estudiaron más y tuvieron una mayor presencia en el mundo laboral y político. Mi mamá, como otras miles de mujeres de su generación, estudió una Licenciatura y hasta una maestría. Se jubiló como maestra universitaria y disfrutó de una pensión los últimos años de su vida.
Pero cuando pienso en mujeres de mi generación realmente empoderadas, viene de inmediato a mi mente mi hermana Rocío. Es casi de mi edad, pero no se ha casado, sino que vive en unión libre. Supongo que para tener la libertad de marcharse en cualquier momento sin ataduras administrativas.
Académicamente lo ha estudiado todo, es Ingeniera en Electrónica, tiene doctorado y hasta un posdoctorado en el extranjero. Vive sola desde que se fue a estudiar la maestría en la Universidad de Guanajuato. Actualmente es jefa de departamento en aquella Universidad y tiene un ingreso mayor que el mío. Le gusta viajar por el mundo y de vez en cuando estrena carro del año. Dice que no tiene tiempo para ser mamá, pero siempre será la tía que trae regalos caros a mis hijas en Navidad.
Finalmente, haré referencia a ellas; mis hijas, son pequeñas aún, pero serán las mujeres del futuro. La mayor, Natalia, tan sólo tiene 10 años de edad, pero a diario me da lecciones de vida.
Dice que no se va a casar nunca porque vivimos en un país muy machista. Ante cualquier injusticia siempre levanta la voz. La última vez fue cuando me hizo ir a su escuela a exigir que le permitieran usar pantalón, al igual que sus compañeritos. Dice también que va a estudiar su doctorado en el extranjero y que fundará una organización para ayudar a personas que sufren algún tipo de discriminación.
Hay 100 años de diferencia entre una Natalia y la otra, y muchas cosas han pasado en medio. Aún falta mucho, pero en el último siglo, las mujeres han demostrado que son igual de talentosas (o más) que los hombres. Cada vez son más independientes, tienen mayores grados académicos y ocupan más puestos directivos en organizaciones públicas y privadas.
Espero que en el México que les deje a mis hijas, y a las hijas de mis hijas, puedan sentirse libres, seguras, independientes y, sobre todo, muy felices.
Es cuanto...