Las dos asas

Rodolfo Díaz Fonseca
01 diciembre 2017

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Todas las ollas y cazos tienen dos asas para ser llevadas sin riesgo e incomodidad. Si contaran sólo con una, sería problemático portarlas con facilidad y estabilidad, además de que se correría el peligro de que resbalaran de nuestras manos o se derramara su contenido. Por otra parte, si  estos utensilios carecieran de asidero sería empresa ardua el poder llevarlos sin quemarse las manos.
 
Los seres humanos también podemos encarar los problemas desde dos perspectivas. Si los tomamos por el asa correcta los manejaremos bien y llevaremos a feliz término, de lo contrario nos ocasionarán dificultades o les causaremos daño.
 
El filósofo estoico Epicteto comprendió esta verdad desde hace muchos siglos. “Todas las cosas tienen dos asas: una con la que se pueden llevar, otra con la que no. Si, por ejemplo, tu hermano o hermana te trata mal, no captes la situación por el asa del dolor o la injusticia, o no serás capaz de soportarla y te amargarás. Haz lo contrario. Capta la situación por el asa de los vínculos familiares. En otras palabras, céntrate en el hecho de que se trata de tu hermano o de tu hermana, de que habéis crecido juntos y, por consiguiente, os une un lazo duradero e irrompible. Al contemplar la situación de este modo, la comprendes correctamente y mantienes el equilibrio”, expresó.
 
El predicador Henry Ward Beecher utilizó la metáfora de las dos asas para indicar que cada uno puede enfocar su jornada positiva o negativamente: “Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el día por el asa de la ansiedad o por el asa de la fe”.
 
Depende de cada uno actuar con estabilidad o inestabilidad. Tomar las cosas cotidianas por el asa confiable, o asirlas por el asa de la desesperación.
 
¿Cuál asa prefiero?
 
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