Las palabras de los viejos

Rodolfo Díaz Fonseca
24 noviembre 2021

La voz de los adultos mayores tenía mucho peso en épocas pasadas. Su palabra imperaba, ponía orden, nutría, iluminaba y conducía. Su sabiduría jamás se ponía en entredicho. El lugar que ocupaban en las familias y asambleas era privilegiado. No se les descontinuaba ni marginaba. Seguían vigentes a pesar del cansancio y fatiga de los años.

Hoy, en cambio, su situación es muy diferente. Laboralmente se les considera caducos, familiarmente se vuelven una carga, los cuidados que requieren son fastidiosos y su voz ha perdido fuerza porque su generación es torpe para aprender el lenguaje y desarrollo tecnológico.

La cultura nahua nos legó un texto llamado “huehuetlahtolli”, que significa “Las palabras de los viejos”, donde desgranó para los jóvenes sabios y vitales consejos.

Cuando la hija llegaba a la mayoría de edad, se le recordaba que la vida es un tejido de gozo y tristeza, de llanto y alegría, de éxito y fracaso. Con expresiones semejantes a la que utiliza el rezo de “La Salve” (de que la tierra es un “valle de lágrimas”), los sabios nahuas trataban de fortalecer la voluntad, dominio y entereza de las doncellas.

Los ancianos deseaban reconfortar a las jóvenes desalentadas que creían que la vida se vive llorando y gimiendo: “Pero, aun cuando así fuera, si saliera verdad que sólo se sufre, si así son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se ha de estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre temiendo? ¿Habrá que vivir llorando?”

Los ancianos subrayaron que la vida no es sólo alegría festiva, puesto que también hay alegría que sacude y estremece: “Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza”.

¿Me asusta la alegría que punza? ¿Conjugo sin amargura el binomio tristeza y alegría?