Las quejas del trabajo

Rodolfo Díaz Fonseca
16 junio 2021

Es frecuente escuchar quejas de algunas personas sobre el excesivo trabajo que tienen, o porque consideran que a ellas se les carga en demasía mientras que otros compañeros holgazanean, le hacen al cuento o se la pasan más relajados.

Algunas veces nos quejamos porque ya estamos acostumbrados a reaccionar de esa manera; es decir, ya se convirtió en un hábito la queja. Invariablemente, se considera el trabajo como algo negativo y no como una bendición (en las condiciones actuales de la pandemia es realmente una bendición, pues muchos empleos y fuentes de trabajo se han cerrado).

En otras ocasiones, tal vez tengamos algo de razón al quejarnos, debido a que hay demasiado estrés en nuestro centro de trabajo por escasa información, objetivos desmesurados, modificación de tareas o plazos, o por escaso liderazgo y no establecer prioridad en las tareas.

No faltan las personas que dramatizan su situación laboral, exageran su carga de trabajo y se autocompadecen, como señala un conocido relato: En un círculo formado por sillas de montar, una de ellas se quejaba: “¡Yo cargo con el jinete!” Y lo decía con toda seguridad, plenamente convencida. Nadie la contradijo, excepto una. “Piénsalo bien”, le aconsejó.

La silla lo hizo. En un momento de calma, reflexionó sobre sí misma y su cometido. Al final comprendió: “Es verdad: yo llevo al jinete, pero el caballo me lleva a mí”. Además, vio con claridad que el caballo no solo la llevaba a ella, sino también al jinete; porque claramente reconoció que si ella era capaz de llevar al jinete era porque ella misma era llevada.

Al instante se sintió mejor y liberada. Respiró hondo, la invadió una energía completamente nueva. Y cargar con el jinete se convirtió para ella en una alegría.

¿Me quejo del trabajo?