Libertad interior

Rodolfo Díaz Fonseca
18 enero 2022

Siguiendo con el tema de la libertad que reflexionamos en la columna anterior, debemos puntualizar que, aunque estemos confinados, siempre contaremos con libertad interior para no sentirnos angustiados, deprimidos o estresados.

Solamente mediante la libertad interior se consigue disfrutar de una vida plena y auténtica. En efecto, la libertad interior no se puede maniatar, encadenar o coaccionar por ninguna presión o poder.

Sin embargo, en muchas ocasiones padecemos el flagelo de innumerables cárceles interiores que no nos permiten gozar de la verdadera paz; de ahí que nos dominen la angustia, depresión, tristeza, ansiedad. El cautiverio más profundo no estriba en encarcelar al cuerpo, sino en confinar la razón, la inteligencia, el espíritu y el alma.

Nosotros mismos nos encerramos en una cárcel cuando nos dejamos llevar por la soberbia, orgullo, avaricia, miedo y egoísmo. Estas lacras asesinan nuestra esperanza, optimismo, entusiasmo, ilusiones, fortaleza y alegría.

En esta pandemia, sobre todo, nos hemos dejado encerrar por el temor, soledad y desconfianza. No abrimos la puerta de la esperanza, sino que nos fugamos por la ventana de la desesperación, recelo, cobardía, pesimismo y resignación.

La hermana benedictina Joan Chittister, en su libro: Espíritu Radical. Doce maneras de vivir una vida libre y auténtica, plantea las siguientes preguntas: “¿Por qué esta sensación de cautividad interior? ¿Por qué se apodera de mí este sentimiento de vacío? ¿Por qué me resisto a cambiar? ¿Por qué parecemos incapaces, simplemente, de ignorar la sempiterna carga de nuestros fantasmas?”.

Y vuelve a la carga: “¿Es que no hay forma de acabar con esto, con lo que nos agobia? ¿No hay manera de eludirlo? ¿No hay en ninguna parte algún tipo de ayuda o de orientación capaz de calmar la irritación, de someter la ambición desmedida, de aliviar las ansias de más?”

¿Tengo libertad interior?