Limpieza de corazón

Rodolfo Díaz Fonseca
19 abril 2018

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No es placentero entrar en una casa sucia. Es incómodo permanecer entre polvo y basura. En cambio, una casa limpia es fresca, agradable y acogedora. Lo mismo sucede con el corazón. El corazón limpio y puro es total transparencia y generosidad, pero el corazón lleno de egoísmo, soberbia y suciedad obstruye por completo la visibilidad. Por eso, en una de las bienaventuranzas, Jesús expresó: Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
 
“Esta bienaventuranza se refiere a quienes tienen un corazón sencillo, puro, sin suciedad, porque un corazón que sabe amar no deja entrar en su vida algo que atente contra ese amor, algo que lo debilite o lo ponga en riesgo”, expresó el Papa Francisco en la Exhortación Gaudete et Exsultate.
 
“Lo que más hay que cuidar es el corazón (cf. Pr 4,23). Nada manchado por la falsedad tiene un valor real para el Señor. Él «huye de la falsedad, se aleja de los pensamientos vacíos» (Sb 1,5). El Padre, que «ve en lo secreto» (Mt 6,6), reconoce lo que no es limpio, es decir, lo que no es sincero, sino solo cáscara y apariencia, así como el Hijo sabe también «lo que hay dentro de cada hombre» (Jn 2,25)”, prosiguió.
 
“En el evangelio de Mateo vemos también que lo que viene de dentro del corazón es lo que contamina al hombre (cf. 15,18), porque de allí proceden los asesinatos, el robo, los falsos testimonios, y demás cosas (cf. 15,19)”.
 
San Agustín, comentando esta bienaventuranza, señaló: « Los hipócritas son ciertamente simuladores al representar personas distintas, a la manera que sucede en los teatros. Los que hacen esto, es decir, los que simulan bondad, son de corazón doble. No tiene corazón sencillo, esto es, puro o limpio”.
 
¿Tengo corazón limpio? ¿Simulo bondad?
 
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@rodolfodiazf