Los factores de estanflación

Juan de Dios Trujillo
30 abril 2022

En la página electrónica de El Economista se encuentra disponible el artículo de Nouriel Roubini “La tormenta de la estanflación en ciernes” (27/04/2022), donde el autor expone diferentes factores que están llevando a las economías avanzadas y emergentes hacia la estanflación. Sus planteamientos son un marco de referencia para la comprensión del fenómeno inflacionario actual.

Desde la publicación de su libro “Crisis Economics” (2010), de subtítulo “A crash course in the future of finance”, en coautoría con Stephen Mihn, para el que escribe la lectura de este analista global de los mercados financieros se ha vuelto obligada. Sus apreciaciones pueden parecer exageradas, sin embargo, suele tener muy bien tino. De hecho, tiene tiempo advirtiendo de la eventualidad de la estanflación. La combinación de desaceleración del crecimiento y alta inflación.

¿Qué está llevando a la estanflación? Conforme a Roubini, algunos factores desencadenantes han estado presentes desde la crisis financiera global, otros son nuevos, y no todos son estrictamente económicos.

Los más cercanos: la pandemia, la cual fue causa de disrupción de las cadenas de suministros y de reducción de la oferta laboral; la invasión de Ucrania, que auspició el alza en los precios de la energía, metales industriales, fertilizantes y alimentos; las medidas draconianas de confinamiento en China, ante el retorno de la pandemia, que está afectando a ciudades claves para suministros, transporte y el comercio internacional, como Shanghái.

Otros tienen más tiempo de estar presentes y expresan rupturas o cambios estructurales importantes:

La reacción contra la globalización, alentada por la crisis financiera global, que se ha manifestado como retorno al proteccionismo y revitalización de tensiones geopolíticas. Esto se está manifestando como recolocación de plantas hacia economías avanzadas o como regionalización, al considerar economías aliadas. El efecto es que se produce a costos más elevados.

Las tensiones geopolíticas, que se han reflejado en la disputa de Estados Unidos con China, lo cual tiende a fragmentar las cadenas de suministros y el intercambio de tecnologías, datos e información, que son aspectos claves para la productividad y la eficiencia en costos.

Ese tipo de tensiones también lleva a empresas y gobiernos a asumir altos costos en ciberseguridad. Todos estos costos terminan trasladándose al consumidor.

El envejecimiento demográfico, lo cual daña el potencial de crecimiento, pues la gente mayor tiende a dejar de trabajar y a consumir sus ahorros. Ese proceso se refuerza ante la presencia de rechazo a inmigrantes, lo cual afecta negativamente la oferta laboral, presionando los salarios al alza.

Los efectos del cambio climático, pues las sequías perjudican cosechas, y lo mismo pasa ante huracanes, inundaciones y la elevación del nivel del mar. Además, las políticas para hacer frente al cambio climático también están siendo estanflacionarias, pues desalientan nuevas inversiones para la extracción o utilización de energías fósiles, cuando las fuentes de energía renovable aún no alcanzan un nivel de desarrollo satisfactorio. Por otra parte, ya existe una “inflación verde,” a causa de la demanda creciente de materiales para paneles solares, baterías, vehículos eléctricos y otras tecnologías consideradas limpias.

La salud pública también está siendo otro factor importante, ya que los países se apresuran a acaparar suministros críticos como alimentos, productos farmacéuticos y equipos de protección personal.

Los conflictos militares a gran escala que alteran el comercio y la producción global, así como las sanciones económicas sobre países. El uso del dólar como arma es estanflacionario. No solamente afecta al comercio de materias primas, bienes y servicios y capital, también alienta la diversificación de reservas de moneda extranjera. Si el dólar se debilita importar será más costoso, alentando alza de precios. Puede originar sistemas monetarios regionales, balcanizando el comercio y las finanzas globales.

Como en el caso de las presiones salariales, Roubini afirma que el ciclo estanflacionario apenas ha empezado.