Los ojos del alma

Rodolfo Díaz Fonseca
11 julio 2020

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@rodolfodiazf

 

Desde hace muchos siglos se hace distinción entre los ojos físicos y los de la inteligencia, alma o corazón. Los ojos físicos se pueden equivocar en su apreciación, pero los ojos del corazón auscultan más allá de la exterioridad.

Lobsang Rampa, en su obra El tercer ojo, narró la autobiografía y educación de un monje tibetano, al que se le dijo: “Por el momento, úsalo siempre, como los ojos físicos. Después te enseñaremos a cerrarlo y abrirlo a voluntad, como haces con los otros ojos”.

Más conocida para nosotros es la frase que le dijo el zorro al Principito, en el relato de Antoine de Saint-Exúpery: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.

Jordi Sierra, en su libro “Los ojos del alma”, narró la historia de Edurne, una atleta de pista de 17 años que tenía un futuro prometedor en los juegos olímpicos. Sin embargo, todas sus expectativas se desmoronaron cuando comenzó a tener problemas de visión y se le diagnosticó retinosis pigmentaria.

Al saber que iría perdiendo la visión progresivamente se deprimió, su mundo se vino abajo y llegó al borde de la anorexia; su vida carecía completamente de sentido. Sin embargo, su entrenador le propuso algo que parecía fuera de toda lógica: competir en los Juegos Paralímpicos. A partir de ese momento la luz se hizo otra vez en su vida.

La narración está basada en una historia real, la de la nadadora española Sandra Gómez, quien se proclamó campeona en los 100 metros braza SB12 para deficientes visuales, y batió dos veces el récord mundial en su especialidad en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, a pesar de haber abandonado dos años la piscina.

¿Supero la adversidad? ¿Veo con los ojos del alma?