Los peldaños de mi vida

Rodolfo Díaz Fonseca
09 enero 2021

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Todo ascenso requiere esfuerzo, trabajo, empeño, dedicación y energía. Sin embargo, hay perseverancias que resultan agotadoras y frustrantes, como la del mito de Sísifo, quien debía subir una roca por una empinada cuesta, pero cada vez que se acercaba a la cima la enorme piedra resbalaba de sus manos, por lo que debía reiniciar indefinidamente su tarea.

Otras personas, por el contrario, buscan subir sin despeinarse ni acongojarse y toman el ascensor que les quede más a la mano. Empero, como dice el refrán, en el pecado llevan la propia penitencia, porque su rápida ascensión culminará también en vertiginosa caída al descubrirse su artimaña o escaso valor.

Serpientes y escaleras se llama un didáctico juego de mesa que practicábamos de niños, en el cual el participante podía subir de nivel tomando las escaleras cuando el número marcado por los dados lo llevara a esa casilla. No obstante, también podía caer su ficha en las casillas con una cola de serpiente, lo que lo precipitaría hasta el nivel en que se encontraba la cabeza del ofidio.

Dijimos que es un juego didáctico por su claro contenido ético y moral, ya que todos los ascensos obedecen a la práctica de algún valor o virtud, como las caídas a la negligencia de persistir en algún defecto o vicio.

La vida es semejante a ese juego de serpientes y escaleras. Lo correcto es ir escalando paso a paso por los peldaños de la escalera, como escribió Herman Hesse: “Debemos ir serenos y alegres por la tierra, atravesar espacio tras espacio sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria; el espíritu universal no quiere encadenarnos: quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos escalón tras escalón”.

¿Acometo con esmero, dedicación, empeño y esfuerzo los peldaños de mi vida?