Masculinidades alternativas
Hoy se habla mucho de masculinidades alternativas, pero tal vez no comprendamos a cabalidad el concepto. Básicamente, lo que se desea es romper con los estereotipos, roles, atributos o conductas que tradicionalmente se han conferido al hombre o varón, a fin de lograr la unidad sustantiva. En otras palabras, lo que se busca es eliminar el impacto social de la masculinidad hegemónica que ha permeado históricamente, y que contribuye de manera determinante para justificar clichés, agresiones y violencia en contra de la mujer.
Pero, ¿por qué hablar en plural de masculinidades, y no de masculinidad en singular? Dejemos que sea Michael Kimmel, sociólogo estadounidense especializado en estudios de género, quien nos explique la razón:
“La virilidad no es estática ni atemporal, es histórica; no es la manifestación de una esencia interior, es construida socialmente; no sube a la conciencia desde nuestros componentes biológicos; es creada en la cultura. La virilidad significa cosas diferentes en diferentes épocas para diferentes personas”.
Por eso, se puede afirmar con toda propiedad que no existe un solo tipo de masculinidad en una misma sociedad, sino que son múltiples y definidas por criterios variables, como son la etnia, clase social, edad o algún otro componente definitorio.
Queda claro que no se puede hablar de una masculinidad universal, pero sí existen ciertos “imperativos morales” que configuran la masculinidad patriarcal, como son las de que el varón debe ser proveedor, preñador y protector.
De ahí se desprenden diversas prácticas de género que configuran y caracterizan el modelo masculino que permite y consagra el uso de la violencia: fuerza física, valentía, potencia sexual y, sobre todo, ocultar las emociones y la vulnerabilidad, como son el miedo, la ternura o la tristeza, propias del género femenino.
¿Estoy abierto a las masculinidades alternativas? ¿Cuestiono el modelo dominante?