Mercado turístico de Carnaval y Semana Santa 2025 en Mazatlán
Mazatlán es un destino turístico que constituye un caso paradigmático para analizar la configuración del turismo nacional durante los periodos vacacionales más significativos del primer semestre del calendario: Carnaval y Semana Santa.
Aunque ambos periodos comparten la masividad del flujo turístico, los perfiles, motivaciones, prácticas y percepciones de los visitantes presentan divergencias significativas que merecen ser atendidas desde una perspectiva comparativa.
Con base en los resultados de una encuesta aplicada en estos dos periodos, coordinada por el profesor de la Facultad de Turismo de la UAS, Sergio Morán, y quien esto escribe, se construyó un análisis que arroja pistas valiosas sobre quiénes viajan, por qué lo hacen y cómo experimentan Mazatlán.
Durante el Carnaval, el rango de edad predominante entre los visitantes se sitúa entre los 18 y 39 años, mientras que en Semana Santa se amplía hacia sectores de entre 30 y 49 años. Esta diferencia etaria no es menor: alude a tipos de turismo diferenciados, donde el primero se inclina hacia el ocio colectivo, la efervescencia y la experiencia festiva, mientras que el segundo prioriza vínculos familiares, descanso y prácticas más pausadas.
En términos educativos, predomina en ambos casos un turismo de clase media con acceso a formación media y superior (bachillerato y estudios profesionales), lo cual desmiente ciertas narrativas que reducen el turismo nacional a formas de consumo popular desorganizado. Por el contrario, lo que encontramos es una racionalidad de viaje que combina expectativas de disfrute con criterios de planeación y gasto medianamente estructurados.
El origen geográfico también revela patrones interesantes. Mientras Jalisco (18 por ciento), Ciudad de México (16 por ciento) y Zacatecas (11 por ciento) dominaron en los días de Carnaval, en Semana Santa lo hicieron los turistas provenientes de Ciudad de México (15 por ciento), Sinaloa (14 por ciento) y Durango (12 por ciento). Este último caso revela una intensificación del turismo regional en ese periodo, posiblemente por tratarse de un receso familiar que favorece viajes por carretera, con menor logística y presupuestos adaptables.
Las motivaciones predominantes en ambos periodos apuntan al binomio “sol y playa”, pero se matizan según el contexto. En Carnaval emergen con fuerza la vida nocturna y los eventos especiales, reforzando su carácter festivo y juvenil. En Semana Santa, por el contrario, se valoran en mayor medida la tranquilidad, la seguridad y la convivencia, lo que nos habla de un turismo con motivaciones intrínsecas más diversas.
Respecto a las estancias, la mayoría de los visitantes permanece entre 1 y 3 noches. No obstante, en Semana Santa es más común encontrar estadías prolongadas de hasta una semana. Este dato, sumado al mayor uso de plataformas como Airbnb y el alojamiento con familiares, sugiere un turismo más vinculado a redes sociales y familiares, y menos dependiente de la infraestructura hotelera tradicional, como ocurre en Carnaval, donde dominan el hotel y el motel, probablemente por tratarse de visitas más espontáneas y de corte recreativo inmediato.
El gasto diario promedio declarado por las familias, oscila entre los 5 mil y 10 mil pesos, con grupos que reportan presupuestos de hasta 20 mil pesos, especialmente en Semana Santa. Este dato es revelador, pues permite cuestionar el prejuicio de que el turismo nacional es de bajo presupuesto. Lo que hallamos es una capacidad de consumo sostenido que exige mejores servicios, infraestructura adecuada y una oferta diversificada.
Uno de los puntos más sensibles del análisis tiene que ver con la percepción de seguridad. En general, la mayoría de los encuestados se declaró “muy seguro” en Mazatlán. Sin embargo, durante el Carnaval se incrementaron las percepciones de inseguridad, especialmente entre jóvenes o visitantes que se hospedan en zonas con alta densidad de eventos nocturnos. Esto sugiere que la percepción de seguridad no es homogénea, y está mediada por variables como la edad, el género, el tipo de hospedaje y el momento del día.
A partir de este análisis comparativo se puede afirmar que Mazatlán recibe públicos diferenciados según la temporalidad vacacional. El Carnaval convoca a un perfil turístico joven, festivo y centrado en el espectáculo colectivo, mientras que la Semana Santa atrae a un turismo familiar que prioriza la convivencia y la seguridad. Ambos modelos coexisten y se solapan en ciertos momentos, pero su gestión demanda políticas públicas específicas, infraestructura flexible y una planificación urbana que contemple estas dualidades.
Comprender estas diferencias no sólo permite diseñar mejores estrategias de promoción y regulación turística, sino que también aporta insumos clave para una gestión del turismo más inclusiva, sensible a las múltiples formas de habitar y representar un destino. Porque Mazatlán no es una postal fija, sino un escenario plural de experiencias, deseos y narrativas distintas en cada temporada vacacional.
Es cuanto...