Misericordia y no sacrificios

10 febrero 2016

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José Francisco Gómez Hinojosa

1. Hoy, Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma. El mensaje del Papa Francisco para estos próximos días, “Misericordia quiero y no sacrificio”, se basa en el texto de Mateo 9,13, y lleva por subtítulo: “Las obras de misericordia en el camino jubilar”. El comunicado se compone de tres apartados: María, ícono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada; la alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia; y las obras de misericordia. El texto fue redactado el pasado 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís.

2. En el primer capítulo, el Papa coloca a la Virgen María como ejemplo, paradigma, de misericordia, pues canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales. Se nos invita, entonces, a tener esta actitud misericordiosa de agradecimiento.

3. Enseguida, nos dice Francisco que el misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él, Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la Misericordia encarnada. La Misericordia entonces expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer. Dios es tan misericordioso que nos perdona aún y cuando lo hemos abandonado.

4. La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia, corporales y espirituales. Aquéllas son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar y cuidar a los enfermos, redimir al cautivo...

5. ...y enterrar a los muertos. También las espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, consolar al triste, corregir al que yerra y perdonar las injusticias. No olvidemos que las obras de misericordia constituyen el examen que se nos hará para definir nuestra salvación eterna. Y es que actuar con misericordia significa ver a Dios en nuestros semejantes, especialmente en los más necesitados. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu.

6. Concluye el Papa afirmando que la Cuaresma de este Año Jubilar es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados; mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales.

7. Cierre ciclónico. Me parece que, a diferencia de las visitas que realizó Juan Pablo II a nuestro País, la que nos hará el Papa Francisco este próximo viernes ha generado muchas expectativas en torno a su mensaje, y menos a su personalidad. Aquél, dotado de un carisma excepcional, atraía multitudes que lo querían ver, tocar; éste, más dado a lanzar indicaciones demoledoras, congrega a fieles y a curiosos que anhelan, más bien, escucharlo. Ojalá y no me equivoque. Preparémonos, pues, para atender a su palabra. Algo interesante nos va a decir.

 

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