Morena mía, voy a contar hasta 10

Jorge Zepeda Patterson
16 noviembre 2019

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@jorgezepedap

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Morena mía, voy a contar hasta diez podría decir Andrés Manuel López Obrador como Miguel Bosé en su ardiente canción. Al artista español su morena le provoca, le muerde y le destroza. A López Obrador su Morena le obedece ciegamente, pero justo por esa obediencia ciega podría convertirse en un problema, aun cuando él mismo tarde en darse cuenta.

La atropellada imposición de Rosario Piedra como presidenta de la CNDH en el Congreso no es el primero, y me temo que tampoco será el último, de los escándalos políticos en los que incurrirá el partido en su afán de cumplir un deseo del Presidente. Ahora mismo los diputados están entrampados en una controversia legal con tal de no modificar el proyecto de presupuesto enviado por Palacio Nacional y responder así al exhorto de AMLO de que sea aprobado sin modificaciones. El problema es que, al tratarse de una cobija estrecha, el presupuesto disminuye la cobertura a programas y necesidades claves incluso para algunas corrientes morenistas, particularmente en el agro y en los municipios. Tradicionalmente estas semanas de otoño servían para que el proyecto del Ejecutivo fuese discutido y ajustado de acuerdo a los consensos de las fuerzas políticas. El grupo en el poder, antes el PRI ahora Morena, es un mosaico de diversas corrientes sociales, regionales y sectoriales que deben conciliar urgencias y necesidades. El presupuesto constituye un juego de suma cero en el que alguien gana lo que otro pierde. Las discusiones y acuerdos en las cámaras permiten anticipar conflictos y conjurar exabruptos políticos.

Impedidos de decirle que no al Presidente, las cabezas de Morena en el Congreso han intentado hacer pasar la propuesta de Hacienda sin ceder a las exigencias de diversos grupos. Es cierto que algunas de estas son verdaderos chantajes en busca de prebendas a los que AMLO se rehúsa a responder. Pero en otros casos se trata de necesidades y actores legítimos que no necesariamente comparten las prioridades del Ejecutivo y buscan ser escuchados. No es de sorprender que muchos diputados, incluso morenistas, no estén aún en condiciones de conceder su voto para la aprobación. El resultado es que para efectos prácticos la Cámara de Diputados habría violado la norma legal que establece el 15 de noviembre como límite para alcanzar un acuerdo (que resolverán mediante la argucia de declarar en receso la sesión del miércoles 6 de noviembre, que terminará convertido en el día más largo del siglo: cientos de horas más tarde la votación final podrá atribuirse a la sesión de principios de noviembre y así cumplir con la ley en tiempo y forma. Surrealismo tropical, que le dicen).

Seguramente los líderes de las fracciones negociarán tras bambalinas, doblarán manos y voluntades y obtendrán un dictamen que deje contento al Presidente, pero puede anticiparse que será un acuerdo pegado con alfileres y muy probables descosidos en los meses por venir.
Lo que se mueve dentro de ese saco informe y vasto que es Morena solo puede intuirse.

Fuerzas disímbolas llegadas de todas partes; una babel política que incluye igual a luchadores sociales que oportunistas de última hora; ex priistas, ex comunistas y ex panistas; niños bien del partido verde y agraristas cardenistas. Una bolsa en la que caben Claudia Sheinbaum, Manuel Bartlett, Germán Martínez, Manuel Velasco o Tatiana Clouthier en el primer círculo de AMLO, algo que lo dice todo (algunos de ellos no son militantes formales de Morena). Un ejército improvisado que tiene generales de distintas procedencias pero carece de cuadros y correas de transmisión confiables. Una manta frágil construida con parches que parecen adquirir vida propia y someten al conjunto a un permanente jaloneo. Les une la lealtad al jefe máximo, en algunos casos dictada por la convicción en otros por la conveniencia, pero la lealtad al líder no imprime ni la identidad ni la disciplina necesarias al mosaico de fuerzas. Alcanza para instrumentar directrices puntuales del ejecutivo, pero no impide que se hagan trizas sobre todo los demás. Y la mejor muestra es la caótica elección en la que está empantanado el movimiento para renovar su dirigencia. Como es sabido, la disputa electoral entre la presidenta Yeidckol Polevnsky y Bertha Luján principal contendiente se ha dado entre mutuas acusaciones de marrullerías y violaciones al grado de obligar al Tribunal Electoral a suspender y postergar elecciones.

Morena fue el instrumento que López Obrador diseñó con un enorme talento político para llegar a la presidencia; pero para efectos de gobernar está resultando una maquinaria desajustada, improvisada, caótica. Es capaz de resolver instrucciones coyunturales del Presidente aunque la mayoría de las veces atropellando y sin la disciplina o la sensibilidad para convertir en práctica cotidiana el ideario y las convicciones de López Obrador, pero sí para meterlo en problemas. Esperemos que esta relación no le lleve a cantar con Bosé: Morena gata, ay, me mata, me mata y me remata, vamos pa’l infierno.