¿Múgica o Ávila Camacho?
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Hace alrededor de tres años escribí en estas mismas páginas que cuando llegara la hora de decidir quién sería su relevo, López Obrador se iba a debatir entre un émulo de Francisco J. Múgica o de Manuel Ávila Camacho. Su decisión, dije, dependería de las características de la coyuntura, de la visión de la historia del tabasqueño y también de su subjetividad.
AMLO se ha referido al dilema de Lázaro Cárdenas en por lo menos tres ocasiones. La última fue el pasado 18 de marzo. El General se decantó, como todos sabemos, por otro militar y un político de centro derecha, dejando de lado a Múgica, quien se inclinaba aún más a la izquierda que el héroe del 18 de marzo. Hay varias interpretaciones de por qué fue así, pero el líder de la Cuarta Transformación nos dijo el pasado sábado que el próximo candidato de Morena a la Presidencia de la República no va a ser alguien que se parezca a Ávila Camacho. No va a ser nadie que dé vuelta a la derecha. Ni las presiones de la derecha mexicana, ni las de Estados Unidos, nos da a entender, van a hacer torcer de rumbo a Morena, como lo hizo el PRM con Ávila Camacho y, ya como PRI, en el sexenio posterior, con Miguel Alemán.
En la actual coyuntura, en efecto, el descontento de las clases medias con López Obrador- en quien se encarna el rechazo e incluso el odio a Morena- se está refugiando en la coalición centro derecha del PAN-PRI-PRD, a la que, sin duda, ayudan indirectamente las presiones de congresistas y del Departamento de Estado de Estados Unidos. Pero la lectura histórica de la sucesión cardenista que hace el político tabasqueño es que no habrá que cometer el error de ceder a las presiones externas y de la derecha mexicana como , piensa él, cometió Lázaro Cárdenas. Por si fuera poco, los afectos de AMLO están tan solo con su paisano Adán Augusto y Claudia Sheinbaum, con la diferencia de que ideológicamente es más afín a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Es decir, subjetivamente, todo parece decir que el inquilino de Palacio Nacional se inclina por la doctora Sheinbaum, porque esta mujer siempre ha corrido en el carril izquierdo, algo desconocido para el Secretario de Gobernación. Por si esto último fuera poco, López Obrador lee que esta es la hora política de las mujeres porque jamás habían enfrentado tanta violencia ni se habían movilizado tanto y tan vigorosamente en las calles del País.
A juicio de varios observadores, el discurso del 18 de marzo de AMLO fue una especie de declaración política en favor de Claudia Sheinbaum, prácticamente un predestape. Esto sería cierto si López Obrador fuese el único elector, lo cual no es descartable; pero también es creíble que lo que está haciendo el líder de la 4T es fortalecer la idea, entre las huestes morenas y los simpatizantes, de que la científica universitaria es su favorita y que esto se refleje en las encuestas de Morena para escoger a la candidata o candidato para 2024. Bueno, ya de por sí y a lo largo de varios meses, la jefa de Gobierno ha encabezado todas las encuestas de Morena.
Ahora bien, una probada de lo que puede resultar en la encuesta del candidato presidencial de Morena se escuchó el sábado pasado en el Zócalo de la Ciudad de México. En efecto, ahí, cuando López Obrador mencionó el nombre de la Sheinbaum, y por cierto ningún otro, lo cual pudo ser deliberado, se levantó una prolongada aclamación, aparentemente espontánea. Es decir, los gritos y aplausos en favor de ella confirmaron lo que reiteradamente han revelado las encuestas.
Por otro lado, Marcelo Ebrard, la segunda corcholata favorita, aceleró su precampaña -o campaña disfrazada, como la de todas las corcholatas- como una reacción a las manifestaciones de apoyo a la jefa de Gobierno, y organizó un intenso recorrido en radiodifusoras de alcance nacional promoviendo su libro en el que él expresa su ideario político y una especie de pre programa de gobierno. Uno de los conductores que le concedió muchos minutos en su noticiero fue López Dóriga quien evidentemente lo promueve, como muchos periodistas críticos de AMLO, porque lo consideran moderado e ideológicamente más confiable que Sheinbaum.
Y sí, Ebrard es un político de perfil centrista, moderado, quizá atractivo para sectores empresariales y de clase media, pero precisamente por eso es el que más se parece en la actual coyuntura a Manuel Ávila Camacho, paradigma del candidato que, en apariencia, no desea López Obrador.
En el escenario estatal, pero aprovechando la visita a la capital, Rubén Rocha se tomó una fotografía -recurso político relevante en la sociedad actual- con AMLO, donde los dos se abrazan efusivamente, lo cual fue difundido ampliamente por el Gobernador de Sinaloa, como para decirle al PAS: “tengo todo el apoyo del Presidente, no se confundan”.
El Partido Sinaloense, vaciado de poder en los municipios donde gobernó temporalmente, se ve cercado y anuncia una movilización universitaria y ciudadana para defender el único bastión político que le queda. No lo intentó antes, aunque amenazó con hacerlo desde los primeros días, porque no iba a lograr el apoyo espontáneo de los universitarios. Después de varios días de campaña dentro de la UAS, en la que son comunes las intimidaciones a los estudiantes para que se opongan a las reformas que propone el Legislativo, ha decidido salir a las calles. Están apostando fuerte porque si no sostienen la movilización por varias semanas, lo cual se ve como prácticamente imposible por las características de los estudiantes de hoy, el PAS va a fracasar y su dominio sobre la UAS podría estar muy cerca de llegar a su fin.