No se niega...

Guillermo Osuna Hi
29 mayo 2022

En los primeros meses de la pandemia del C19, que todavía está vigente, se hablaba del inicio de una nueva era para la humanidad, y que, del sufrimiento, surgiría el hombre nuevo, sin embargo, no vemos por dónde se pueda convertir en realidad tan ambiciosa hipótesis.

Apenas estamos saliendo del bache pandémico y las cosas se han reanudado bajo el mismo comportamiento humano que observábamos antes de que se declarara la emergencia sanitaria. Socialmente insensibles, entregados al consumo y los gobernantes de las naciones dominantes, han dado rienda suelta a la codicia de conseguir mayor dominio territorial a costa de miles de vidas; esto último, lo vemos ejemplificado en el agresivo actuar de los dos grandes países, íconos de los gobiernos aparentemente de izquierda: Rusia y China.

Rusia ha invadido a Ucrania, alegando que quiere salvar de las supuestas prácticas políticas hitlerianas ucranianas en perjuicio de los ciudadanos pro rusos separatistas de Ucrania, asentados en la región conocida como Donbás. Argumento bajo el cual, se desató la llamada operación militar rusa, que ha cobrado miles de vidas de civiles y provocado un impresionante éxodo de casi siete millones de ucranianos hacia otros países, y a la fecha, no hay visos a corto plazo, de que la invasión rusa llegue a su fin.

El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, mantiene en vilo al resto del mundo y se ha convertido en factor perjudicial para la economía de todos los países, y así, como de remate, y para ponernos en la tesitura de una guerra mundial, considerando que hay una decena de conflictos armados en otros países, China amenaza con invadir a Taiwán, en cuya defensa, ha salido el gobierno estadounidense, disposición que ha provocado el enojo del gobernante chino, advirtiendo a su par norteamericano, que ni se les ocurra involucrarse porque pagarán las consecuencias.

En tanto que Rusia y China le están dando un mentís a la expectativa de que después de la pandemia iniciaría una era más armónica entre los países, a niveles locales, el revés a los sueños esperanzadores de una redención de la humanidad, también han caído al precipicio de la desesperanza, empujados por sucesos fatales que continúan viento en popa, como es el caso del creciente número de asesinatos en México, así como por las matanzas colectivas que han venido sucediendo en territorio norteamericano, ejemplificadas por la tragedia que vive de manera directa el pequeño poblado de Uvalde, Texas, provocada por un joven atrapado por la amargura, quien no se tentó el corazón para atentar contra la integridad de su abuela y acabar con la vida de 19 pequeños y dos adultos.

El multiasesino de escasos 18 años, pero con miles de demonios internos, bajo el manto de la Segunda Enmienda Constitucional, que permite a los estadounidenses comprar y portar armas, en semanas recientes, adquirió dos fusiles de asalto y centenas de balas, sin que a nadie le llamara la atención tales compras, realizadas por un individuo que, por su edad, no podía adquirir bebidas alcohólicas, pero sí, un arsenal de armas de fuego y municiones ¡Qué cosas!

El espíritu de la Segunda Enmienda Constitucional, aprobada el 15 de diciembre de 1791, protege el derecho de los estadounidenses de poseer armas con el propósito, entre otros, de facilitar a los ciudadanos el derecho natural a la defensa propia.

Tal argumento, sin duda alguna, en aquellos años era indiscutible pero las circunstancias en los tiempos actuales han cambiado y las fuerzas represivas del gobierno también, de tal suerte, que por lo menos en el supuesto, los ciudadanos contamos con una mayor protección gubernamental, aunque no precisamente en nuestro país.

No se niega que las armas son un auxiliar para la defensa propia, pero mantenerlas en casa, es como tener una estopa empapada de gasolina muy cerca de una fuente de combustión, representada por la salud mental del poseedor, realidad que no están contemplando las autoridades norteamericanas ¡Buenos días!