Nuestra frágil democracia

Vladimir Ramírez
20 agosto 2019

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Un breve repaso histórico de los últimos 40 años en México podrían ser suficientes para intentar entender porqué a estas alturas, nuestra democracia sigue siendo un pendiente a resolver en nuestra sociedad y cuáles han sido las principales razones por las que a pesar de las últimas cuatro décadas de lucha política electoral, nuestra democracia continúa siendo una historia inacabada, una frágil estructura política y un instrumento de desarrollo social contradictorio.
Fue en 1977 cuando se reforma la Constitución mexicana para abrir paso a la representación proporcional en la Cámara de diputados y posteriormente en los congresos locales, este hecho histórico sería considerado como un gran logro para el sistema electoral, al permitir la inclusión de las minorías, fortalecer la democracia y el debate de la ideas en los órganos de representación política, se afirmó.
Pero, a pesar de la representación proporcional, en la década de los 80 el sistema político en México respondía a un esquema de corte autoritario y de partido hegemónico que protegía y promovía el fraude electoral. Como resultado, los partidos de oposición, con el respaldo de importantes sectores ciudadanos, encabezan una lucha política por garantizar la validez y legalidad de los procesos electorales. Esto obligó al régimen a iniciar una serie de reformas electorales que edificaron un sistema de partidos competitivo y un sistema electoral más confiable, creándose en 1990 el IFE.
Diez años después, en el año 2000, la oposición gana la elección presidencial y se anuncia la llamada transición a la democracia, y al cabo de 18 años y dos gobiernos posteriores, la alternancia del poder en el nivel de la presidencia de la república no significó ni respondió a las expectativas de cambio que esperaba la ciudadanía.
En la actualidad, a poco más de un año del triunfo de López Obrador y del anuncio del fin del neoliberalismo y el inicio de la cuarta transformación en el país, la población espera, algunos pacientes y otros impacientemente, los resultados de un gobierno que divulga y promete el cambio verdadero para los mexicanos.
Sin embargo, nuestra frágil democracia se sortea paradójicamente entre un sistema electoral y de partidos que al perecer no responden al llamado de un gobierno que participa la transformación de la política al servicio del desarrollo social y la lucha contra la corrupción. La disputa política de los partidos se ubica todavía en el vaivén del pasado reciente y su marcada indiferencia hacia las causas ciudadanas.
La renovación de las estructuras de los partidos en el país y la conformación de la nueva clase política envían señales opuestas al nuevo paradigma político que el gobierno de López Obrador plantea; la resistencia y réplica de las viejas prácticas del antiguo régimen, evidencian las ocultas intenciones de quienes por azares del destino y su circunstancia detentan posiciones de poder.
En las regiones y entidades del país, el fantasma de una democracia mezquina parece reiterar su presencia en la lógica de que las elecciones no necesariamente ponen fin a la corrupción, la desigualdad social y el amiguismo, que la democracia no necesariamente habrá de estar a la altura de las expectativas de sus ciudadanos.
La deuda política se mantiene vigente: considerar a la democracia, como dicta la propia Constitución General, no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
Quizá por ello, los antiguos y nuevos partidos políticos en México, demuestran por ahora una clara incapacidad para hacer de sus organizaciones, verdaderos institutos de utilidad social capaces de constituir intereses e identidades colectivas, de representar un pensamiento más claro de un nosotros que supere la dispersión de los intereses individuales que han dado al traste a todo proyecto de democracia y futuro de bienestar y justicia social para nuestro país.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.


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