Obediencia y rebeldía

Rodolfo Díaz Fonseca
04 enero 2017

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“El que obedece no se equivoca”, se enseñaba antiguamente. Contra este precepto se pronunció José Ingenieros, incitando a cultivar una sana rebeldía. “El espíritu de rebeldía es lo contrario del dogma de obediencia que induce a considerar recomendable la sujeción de una voluntad humana a otras humanas voluntades. 
 
Respetar ese dogma significa renunciar a la personalidad; la obediencia no es a un ser sobrenatural, sino a otro hombre, al Superior. Ilustres teólogos han dado de ella una explicación poco mística y muy utilitaria, mirándola como uno de los mayores descansos y consuelos, ya que el que obedece no se equivoca nunca, quedando el error a cargo del que manda”.
 
Ingenieros subrayó que no se puede renunciar a la responsabilidad moral. El hombre no puede convertirse en una marioneta sin opinión, criterio e iniciativa.
 
Es inadmisible obedecer una orden injusta, porque siempre se conserva la suficiente libertad y capacidad de juzgar y discernir. No cabe, incluso, que hasta los militares se excusen diciendo que deben obedecer ciegamente a un superior.
 
Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado el 24 de marzo de 1980, exhortó a los soldados salvadoreños a que no obedecieran una orden de asesinar a sus compatriotas. 
 
“Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice: No matar... Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios... Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla... En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión...!”
 
¿Discierno adecuadamente? ¿Conservo el equilibrio entre obediencia y rebeldía?
 

 

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