Odisea musical
Las bandas sonoras tornan algunas películas en banquete inolvidable. ¿Qué sería Casablanca sin “A través de los años”; “Lo que el viento se llevó”, sin el arrebatador Tema de Tara; Doctor Zhivago, sin el romántico “Tema de Lara”; La Misión, sin “El oboe de Gabriel”, de Morricone; o “La Pantera Rosa”, sin la dinámica pieza de Henry Mancini?
Aquí caben muchísimos otros ejemplos que el amable lector puede, con toda propiedad, reclamar su omisión. Sin embargo, el espacio tiene la última palabra, y su arbitrio y rectoría son inobjetables; por eso, nos ceñiremos a estas breves muestras y volveremos nuestra mirada a la música clásica empleada por otro gran director de cine: Stanley Kubrick.
El novel director comenzó a destacar con la película Espartaco, de 1960, así como Lolita, 1962 y Dr. Strangelove, 1964. No obstante, su gran despegue inició en 1968 con el filme Odisea en el espacio, la cual se puede dividir en cuatro partes: el amanecer del hombre, el viaje lunar, misión a júpiter y más allá del infinito.
Para musicalizar la película, Kubrick eligió obras clásicas: “Así Habló Zaratustra”, de Richard Strauss; “El Danubio Azul”, de Johann Strauss; “Lux Aeterna y Atmosphères”, de Gyorgy Ligeti. Al respecto, señaló: “El cine se mueve a un nivel más cercano a la música y la pintura que a la palabra escrita. Por eso, las películas ofrecen la oportunidad de explicar conceptos y abstracciones sin la tradicional dependencia de la palabra... En los 220 minutos de 2001: Una odisea del espacio solo hay 40 minutos de diálogo. El resto es silencio y música”.
Sería un pecado no mencionar la adaptación que hizo de la “Sarabanda”, de Haendel, en la película Barry Lindon, así como de Beethoven, Rossini y Elgar, en La Naranja Mecánica.
¿Disfruto la odisea?