Originalidad, trabajo y humor
Hablar de Joseph Haydn es hablar de un músico original, entregado completamente a su trabajo y dotado de una vena de fino humor, lo cual se aprecia en la belleza de sus composiciones, variedad de temas, profundos y sutiles sentimientos, versatilidad y flexibilidad de combinaciones.
El mismo Haydn subrayó la razón de su originalidad: “No había nadie cerca para confundirme, así que me vi obligado a ser original”. Trabó una estrecha relación de amistad con Mozart y fue maestro de Beethoven, pero eso no le restó un ápice a su originalidad.
Trabajó para tres príncipes de la familia Esterházy, lo cual le proporcionó cierta solvencia económica y le permitió entregarse de lleno a su trabajo: “El príncipe estaba satisfecho con todos mis trabajos, siempre conté con su aprobación, tenía a mi disposición una orquesta con la que experimentar (con nuevas formas), corregir, mejorar, recortar, sustituir, osar... al estar apartado del mundo me vi obligado a ser original”.
Su biógrafo resaltó su entrega a la composición: “Su vida fue uniforme y exclusivamente dedicada al trabajo. Se levantaba muy temprano, se vestía con toda pulcritud, se instalaba en una mesita junto a su piano y de ordinario lo sorprendía ahí la hora de la comida. Por la noche dirigía los ensayos o asistía a las representaciones de ópera que se celebraban cuatro veces por semana en el palacio del Príncipe”.
Su humor es perceptible en sus obras, como la Sinfonía 94, llamada Sorpresa, donde un fuerte acorde rompe una melodía tranquila en el segundo movimiento para despertar a los dormidos.
O, la Sinfonía 45, llamada Los Adioses, porque los músicos se van saliendo hasta que solamente uno interpreta.
Esta fue la forma de protestar al Príncipe, porque no les daba vacaciones.
¿Soy dedicado, original y bromista?
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