Ostok y Bioparc: hijo de tigre, pintito
El raro zoológico nómada de Zazueta
A José Ernesto Zazueta, dueño del santuario de animales Ostok, no hay que creerle del todo cuando dice que por la situación de violencia se vio obligado a desplazar a Mazatlán, en una acción peliculesca, la fauna exótica que ha traído de un lugar a otro en su rodante Arca de Noé. En las jaulas y la logística del vistoso traslado va también cautivo el negocio y el lucro al estilo de los viejos circos que amasaron fortunas con enormes paquidermos, feroces felinos y altas jirafas.
La coartada de la inseguridad, que existe en Culiacán igual que en la zona en la que albergará ahora su particularísimo zoológico, emboza beneficios de distinta índole que de un momento a otro saldrán a relucir. Y nadie debería celebrar el calvario que viven las especies de la jungla que por más que les prometan que cerca del mar la vida es más sabrosa, para éstas no es así como tampoco van a un encierro encantador.
Zazueta presenta sus credenciales a medias. En su papel de dirigente de la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México y participante de la organización Unidos por un Manejo Sustentable de Nuestra Biodiversidad, poco habla de sus intereses en las empresas Ostok Sanctuary que sacó de Culiacán y ahora de Biopac El Encanto que abrirá en agosto en Mazatlán con el formato de safari por cobro.
Sin duda Zazueta tiene habilidades para venderse como ángel de la guarda de las especies de las que se apropia, pero ello se debe más a la negligencia gubernamental en cuanto a la defensa y conservación de esos seres vivos que son extraídos de sus hábitat y a nadie le interesa saber con qué fines o con cuáles cuidados. ¿Quién garantiza que la posesión de los animales esté exenta de tráfico, abandono y maltrato?
Las instancias y dependencias protectoras de animales debieran poner ojos de águila sobre el propietario de Ostok y Biopac, que entró a una secuencia de conflictos con el Gobierno de Juan de Dios Gámez Mendívil desde que José María Casanova Rodríguez asumió la dirección del Zoológico de Culiacán con la instrucción de sanear la administración y malos manejos de las especies en exhibición.
A partir de allí quedó a la vista un modelo opaco en materia de origen y destino del catálogo faunístico, turbiedad que durante años fue solapada por autoridades municipales, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, a tal grado que desapareció una jirafa, murió un viejo león y lobos canadienses sucumbieron en condiciones desconocidas. Al misterio colaboró el Gobierno de Culiacán con el silencio igualmente encubridor.
Por estas y otras razones, debió moderar su fascinación a botepronto la Secretaria de Turismo del Gobierno del Estado, Mireya Sosa Osuna, al dejarse llevar por el peculiar espejismo propio del éxodo de los animales desde Ostok al Bioparc y de paso validar el garlito de la migración originada por el tema de la narcoguerra, e incluso caer en la presunción de que Culiacán es más violento que Mazatlán. Ni una ni la otra cosa dan para la congratulación.
Ernesto Zazueta se especializa en lograr que funcionarios públicos, inversionistas y hasta medios de comunicación metan la cabeza en el hocico de leones aparentemente domesticados, pero en realidad adiestrados para servir de cortinas de humo cuando alguien cuestiona la operación profunda de los refugios y animales de su propiedad. Sabe mimetizarse en ambientes de sospecha, de la misma manera que imitó al camaleón para adquirir la tonalidad roja de la narcoguerra con el propósito de sacar de Culiacán a su aterrorizado santuario Ostok.
Y así va con sus jaulas y especímenes salvajes yendo de un lugar a otro. También con su nómada coraza de buen samaritano al presentarse en la Junta de Asistencia Privada con el objeto social de “la reproducción de especies en protección y peligro de extinción y la conservación de su hábitat” a la vez que como dueño de Grupo Bioparc Sociedad Anónima de Capital Variable destaca entre sus fines el de “importación y explotación de animales exóticos y domésticos” y “comercialización de artículos de pieles finas y sus derivados”.
¿Qué es en realidad? ¿Activista protector de animales o empresario que los utiliza como mercancía en espectáculos o para consumidores excéntricos?
Si lo revisan con más atención,
Y el examen no precipitan,
Notarán que igual que al león,
Zazueta no es como lo pintan.
Cómo explica la Secretaría de Seguridad Pública estatal que a pesar de las constantes revisiones en las que son asegurados enormes arsenales, ayer el Centro Penitenciario de Aguaruto se reflejó como la auténtica selva en la cual los internos se atacan a balazos unos a otros, haciendo posible que el reclusorio fuera durante horas otro frente de batalla de la guerra que la delincuencia libra en Sinaloa. Apenas la excesiva presencia militar y policial apaciguó la reyerta intramuros, pero a través de las redes sociales ya había corrido como reguero de pólvora este otro episodio de terror que a cualquiera le pone los pelos de punta. Sin novedad, entonces, porque al día siguiente la cárcel estará repleta otra vez de pertrechos bélicos.