Para prevenir las sequías

Rafael Morgan
22 mayo 2021

Aunque ni las personas ni los gobiernos tienen elementos para impedir se presenten sequías, ni su extensión, ni su intensidad, sí ha sido posible atenuar sus efectos a través de programas de conservación y consumo del agua de lluvia. Al transitar por la carretera México-Querétaro se pueden observar en la campiña queretana pequeñas lagunas, depósitos de agua en oquedades naturales o artificiales y pequeños tapos en arroyos, cuyo contenido se utiliza como abrevadero para el ganado y en algunos casos, con bombas de extracción para regar pequeñas parcelas en riegos de auxilio o de emergencia.

A estos depósitos de agua de lluvia se les llama “jagüeyes”, que además tienen la virtud de mantener hidratado el terreno circundante, sostener el flujo de las corrientes subterráneas y con ello las norias y pozos tampoco se secan.

Sinaloa cuenta con cientos de arroyos, pequeños y medianos, cuyas aguas desembocan algunas en los ríos principales pero la mayor parte se va al mar, por lo que se puede pensar que un buen programa de planeación y construcción de represas en esos arroyos en mucho ayudaría a los campesinos de la zona rural, inclusive para hidratar las norias de donde se obtiene agua para consumo humano. Este plan ya se había iniciado en México y en Sinaloa en los años sesenta a través del llamado “Plan Presidencial Benito Juárez”, gracias al cual se construyeron algunas represas como la del rancho de Monteverde, al oriente de Culiacán, represa que todavía existe y da vida a la población; se construyó también una gran represa en un arroyo cercano a la sindicatura de Higueras de Abuya, pero tan mal diseñada que en la primera avenida fuerte del arroyo, rompió el dique de tierra e inundó la carretera México 15, ocasionando una muerte y daños materiales en autos y parcelas. Esto y probablemente por otros casos de mal diseño, el gobierno se olvidó del plan original.

Se hizo un pequeño represo en el poblado “Lo de Bartolo” al este de Culiacán, pero como comentó un lugareño, “como no preguntaron, hicieron el tapo muy abajo por lo que pronto se azolvó; nosotros hubiéramos recomendado un poco más arriba donde hay menos terreno arenoso”.

Igualmente se construyó un represo en el arroyo de Ocoroni, al norte de Culiacán para regar tierras recién desmontadas que se sembraron de hortalizas con un convenio entre ejidatarios del lugar y horticultores de Culiacán, pero pronto se demostró que el arroyo daba para más, por lo que se construyó una presa formal que riega varios cientos de hectáreas.

En el Ejido San Román, en el municipio de Culiacán, para apoyar a un campesino del lugar que contaba con una noria y sembraba su huerto familiar de cebolla, tomate, calabaza, plátano, zanahoria y malva, pero dicha noria se secaba rápidamente, por lo que un grupo de amigos de él en el PAN, le financiaron cemento y cal para que con piedras del lugar hiciera un pequeño represo, con lo que logró un jagüey de no más de 100 metros cuadrados con lo cual la noria ya no se secaba, regaba su huerta, hacía escobas de malva y abrevaban algunas reses. También, un día de mucha lluvia el agua se desvió por un lado de lo construido y lo socavó, sin embargo, la noria todavía tiene agua.

El represo que se construyó a un lado de la carretera Culiacán-Sanalona en el poblado de “Carrizalejo”, es otra prueba de lo que se puede hacer para conservar agua, pues después de muchos años siempre se tiene agua para el ganado y es un bonito lugar para pasear.

Se pueden mencionar varios arroyos grandes que aguantarían la inversión de una presa pequeña como el del poblado de Pericos, el arroyo de “El Toro” cerca de Culiacán, el de Higueras de Abuya, el de Rancho Viejo y muchos más hacia el sur del estado. Con un buen programa de inversión se conservaría más agua de lluvia y se atenuarían las sequías; además, sigue pendiente la presa sobre el Río Piaxtla.

Las grandes presas de México, principalmente las del norte del país también están en situación crítica debido al desperdicio de agua en los riegos por gravedad, pues se pierde por filtración, por evaporación y los remanentes van a dar al mar, pero además, faltó coordinación entre el uso del agua para riego y el de generación de energía hidráulica, que requiere de una planeación y coordinación estrictas que en estos dos años no se tuvo, por lo que el agua pronto se agotó y ahora se sufren las consecuencias.

Disculpas a los lectores del periódico Noroeste por este artículo tan local, pero estas experiencias pudieran servir a autoridades y candidatos en Sinaloa.