Película repetida con final conocido

21 marzo 2017

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Fernando A. Orrantia

La fuga de varios reos peligrosos -todos involucrados en el tráfico de drogas-  del penal de Aguaruto, en Culiacán, es una película que vamos a seguir viendo con frecuencia, mientras se mantenga la “guerra” contra el narcotráfico iniciada por el Presidente Calderón hace casi doce años. La historia no se equivoca y se repite por los errores humanos. Nunca una prohibición legislativa de una conducta estimada como nociva ha funcionado en forma distinta. Siempre produce violencia, aumento de los delitos y corrupción de policías, custodios de cárceles, jueces y ciudadanos comunes, que deliberada o accidentalmente se encuentran cometiendo el delito que las autoridades prohíben, aunque nunca la prohibición produce resultados positivos.
La prohibición del alcohol en Estados Unidos es un precedente importante y pertinente. Se aprobó como una reforma a la Constitución federal en 1919 y se abrogó hasta enero de 1933. Los más afectados fueron los trabajadores con ingresos reducidos acostumbrados a tomar sus cervezas semanalmente y que tuvieron que pagar precios muy altos por bebidas de mala calidad y con frecuencia dañinas. Es evidente que las drogas: morfina, cocaína, mariguana y muchas más que ahora se fabrican con productos químicos no naturales, producen efectos negativos, pero la prohibición no es el camino adecuado para impedir su consumo, sino la educación, la publicidad de los efectos nocivos y sobre todo, el cuidado de los familiares de quienes incurren en ese problema. Prohibir no es la solución y esa fue la estrategia que Estados Unidos, México y muchos otros países han seguido con relación a las drogas y es evidente que en el caso de México, las drogas se producen en nuestro territorio o se importan de otros países y se exportan a Estados Unidos, cuyos importadores venden también armas que están prohibidas en México desde hace muchos años, provocando también un mercado ilegal muy redituable para los contrabandistas de armas.
El problema más grave que se produjo para los dos países, México y Estados Unidos, es que tanto las drogas como las armas son artículos de contrabando muy redituables, con un mercado asegurado por personas que pagan un precio más alto que lo que costaría una producción legalmente autorizada, con un comercio de armas también prohibido en México desde el sexenio terrible de Luis Echeverría.
Es imposible evitar la corrupción de los custodios de las cárceles, de la misma manera como es imposible evitarla en el comercio ilegal de drogas a Estados Unidos y armas a México. El método más efectivo es la entrevista de un enviado de los contrabandistas o narcotraficantes, que ofrecen al responsable de la custodia de la aduana una importante cantidad de dinero a cambio de permitir el paso de la mercancía prohibida, o asesinar a un hijo o a la esposa del funcionario que debe permitir el contrabando que se pretende realizar. Si el servidor público se niega, perderá a un familiar que será asesinado, por lo cual opta por aceptar el soborno y permitir el contrabando objeto de la amenaza.
Los expertos sugieren que se elimine la prohibición de la producción y consumo de drogas en la misma forma como se permite el comercio de bebidas alcohólicas, pero con un impuesto razonable que permita educar a los niños, jóvenes y adultos sobre los peligros del consumo de drogas y de sus efectos. Lamentablemente, los experimentos que se han hecho en relación con el consumo de mariguana, no son comparables con los efectos de las drogas más fuertes y peligrosas, por lo que los gobiernos no se han atrevido a ampliar el mercado legal, para reducir el ilegal. El problema es que cualquier persona puede obtener mariguana, cocaína, heroína y otras drogas más peligrosas, si tiene el dinero suficiente para comprarlas, con lo cual se estimulan los delitos que les permiten obtener el dinero y también un mercado negro sin control de la calidad de las drogas obtenidas. Por esta razón el problema es muy grave, porque siempre habrá quien pretenda vender más batato, aunque su mercancía sea más peligrosa por ser producida en la clandestinidad, sin control de la calidad de los ingredientes.

 

También opinan los expertos que el mal peor es la prohibición absoluta, porque un alto porcentaje de las drogas legalmente obtenidas tendrían un fabricante legalmente responsable y probablemente un consumidor menos irresponsable que quien elegiría el producto sin control de calidad. Pero sin duda, la alternativa es difícil, por lo que la única solución menos dañina sea permitir el comercio con control de la calidad del producto, como se hace con las bebidas alcohólicas y con los productos del tabaco.