Permanente autodeificación

Rodolfo Díaz Fonseca
13 octubre 2021

La legendaria tentación de querer alzarse sobre los propios cimientos de nuestra humanidad y pretender ser como dioses es un riesgo siempre presente.

En efecto, el acoso del ego, de un desmesurado “yo”, es es una pretensión continua y permanente a lo largo de la historia, si bien, adopta nuevos rostros y máscaras en cada época y circunstancia, como precisó Michael Sandel en su libro: “Filosofía pública. Ensayos sobre moral en política”, en el que afirmó:

“En el mundo contemporáneo, la tentación idólatra ha emigrado desde el terreno de la política hacia otros ámbitos: el consumismo, el entretenimiento y la tecnología. La obsesión por el consumo en las ricas sociedades de mercado erosiona lo sagrado y convierte todas las cosas en mercancías”.

Especificó los alcances de la comercialización del espectáculo y el entretenimiento: “La industria del entretenimiento, que hoy ha adquirido ya, alcance global, convierte a los famosos en ídolos y promueve su culto a una escala que habría causado la envidia de los emperadores romanos”.

Sandel resaltó lo difícil que resulta conservar humildad y equilibrio ante el progreso del ser humano en los terrenos de la tecnología y la medicina: “Por último, en la era del genoma, la biotecnología promete no sólo poner remedio a enfermedades devastadoras, sino también darnos el poder de escoger nuestras características genéticas y las de nuestra progenie”.

Subrayó que el pretendido deseo de autodeificación ha sido una constante en la historia del ser humano, pero varía en cada época, modalidad y circunstancia:

“Si la idolatría es el pecado definitivo, y si la arrogancia y la ʽhybrisʼ (desmesura) son las disposiciones personales más contrarias al carácter religioso, entonces la antigua lucha contra la autodeificación tiene todos los visos de repetirse en nuestro tiempo”.

¿Me autodeifico? ¿Sucumbo a la permanente tentación idólatra?