Plazuela Zaragoza 1926-1929
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Mario Arturo Huerta Sánchez
Mazatlán, Sinaloa.
Cuando le avisaron a Guadalajara a mi papá de que el gerente que dejó en Mazatlán estaba haciendo malos manejos del negocio, decidió regresarse de inmediato con la familia completa en el año de 1926, mi papá se regresó con mis hermanos en barco (desde Manzanillo a donde nos trasladamos en tren) incluido yo; mi mamá acompañada de mis padrinos señores William y Soledad Stanley viajaron por tierra con mi hermano José Guillermo de seis meses de edad.
Previamente mi papá había rentado la casa en la planta alta de la que ocupaba en la calle 5 de Mayo frente a la Plazuela Zaragoza, el Dr. José L. Nafarrate (odontólogo) y su esposa Elvira Alicia de Nafarrate así como sus hijos Margarita casada con Emilia Aún, María del Carmen casada con Cesáreo Castillo, José Javier, María Elena de Vega, Lehovi Paulina, María de los Ángeles, María Luisa Ramona, (mi amiga que años después se casó con Raúl Castro Beltrán, “El Matador”) y Refugio Elvira que se casó con el Dr. Horta.
Frente a esta casa, Plazuela de por medio en la calle República (después Guillermo Nelson) vivía el General Juan Antonio Zertuche con su esposa Doña Toñita y sus hijos California Odha, Angelina y Mario. Volví a saber de ellos en marzo de 1944 cuando me encontré a California que iniciaba igual que yo los estudios de Ingeniero Civil. Nunca pude haberme imaginado de que gracias a California fijé mi residencia en Mazatlán y construí mi primera casa como Ingeniero Constructor. Estaba trabajando en mi tesis, cuando recibí una llamada de California que me informaba que el Sr. Guillermo Azcona de Mazatlán a quien ella le había hecho un proyecto para construir una casa habitación, quería platicar conmigo, ya que como ella no aceptó construirla, me recomendó muy ampliamente para que yo lo hiciera. Asistí a la cita con el Sr. Azcona en el Hotel del Prado de la ciudad de México, en donde examinamos los planos y nos pusimos de acuerdo en pago de honorarios y en la fecha de inicio de la construcción, el día primero de julio de 1949.
Volviendo a la casa frente a la Plazuela Zaragoza, un día caí por la escalera rodando hasta la planta baja, por lo que me descalabré, llevándome luego al consultorio del Dr. Adolfo Andrade para que me hiciera la curación que me dejó una cicatriz en la frente, del lado derecho que lucí por muchos años hasta que se desapareció.
En esta casa se celebró el matrimonio de mi tía Luz Sánchez Gómez hermana de mi mamá, con el alemán Hans Stein, quien vino de la ciudad de México para hacerse cargo de la Droguería Stein. Este evento lo narro en el capítulo “Raíces de Catalina Sánchez Gómez”.
En el año 1929 nos cambiamos a los Portales de Canobbio de la Plazuela Machado.
La Plazuela Machado
Fue en el año de 1929 en que nos cambiamos de la casa en 5 de Mayo (altos) frente al parque Zaragoza a la planta alta de los Portales de Canobbio, frente a la Plazuela Machado. Ocupábamos la cuarta parte noreste de la manzana (esquina calle Constitución y Tacuba ahora Heriberto Frías) mientras que la parte sureste también frente a la Machado la ocupaba la familia de Don Leonardo Carrillo y Doña María Luisa Canobbio y sus hijos Luis y Giovanni.
Había una división de madera en la mitad del amplio portal en la fachada a la plazuela.
Los Carrillo, además ocupaban la cuarta parte suroeste de la esquina de Sixto Osuna y B. Domínguez, la parte restante de la planta alta, en la esquina de Constitución y B. Domínguez la ocupaba doña Amelia Damy viuda de Duhagón y sus hijos. René, Carmen y Amelia Ernestina, esta última Reina del Carnaval 1938, en la planta baja, debajo de nuestra casa, en la esquina estaba el Banco de Castelló Hnos.: don Ramón, don José y don Antonio, con ellos trabajaba Jesús Ernesto Gómez Rubio “Jegro”, Daniel Urrea “Naranjito” (el cobrador) un joven que lo llamaban “El Chocolate” (Francisco Hernández) por su color moreno, que tenía el hábito de estar sacudiendo la cabeza continuamente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Mi hermano Memo, algunos amigos y yo, nos asomábamos por la ventana de la calle Constitución para reírnos de la sacudida de cabeza del Chocolate, y cuando este se daba cuenta de ello se dirigía a nosotros amenazante mientras corríamos precipitadamente. Era este un hecho que se repetía casi todos los días.
Entre el Banco y la puerta de entrada a la planta alta en donde vivíamos se encontraba un local que ocupaba la Cámara de Comercio, cuyo Gerente era el Ing. don Manuel Bonilla, quien había sido Secretario de Comunicaciones durante la Presidencia de don Francisco I. Madero.
Era común que Memo y yo bajáramos la escalera de madera jugando carreras haciendo un ruido ensordecedor y encontrábamos parado en la puerta de enseguida, al interrumpir su trabajo por el escándalo, al Ing. Bonilla, quien al mismo tiempo que enrizaba su bigote blanco de puntas hacia arriba nos decía: ¿Qué en lugar de galopar esos caballos no pudieran siquiera trotar? Los días subsecuentes procurábamos hacer menos ruido, hasta que se repetía la acción, sin embargo nunca recibimos un regaño severo de él. Era un buen hombre, serio pero no gruñón.
En la parte baja por la calle Sixto Osuna vivió don Rodolfo Osuna, su esposa doña Hortensia y su hijo Popo, que era un verdadero demonio. En una ocasión me invitó a su casa para enseñarme unas pacas de palma más o menos de 80 x 80 cm. que estaban acomodados en un cuarto en columnas de tres pacas una sobre otra, que ocupaban casi todo el espacio. Después de que medio abrió una paca para enseñarme unas figuras, sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros “faros”, me ofreció uno y tomó otro para él. Al primer chupete que le di al cigarro me di una ahogada que accidentalmente me hizo aventar el cigarro sobre las pacas sin que nos diéramos cuenta ni Popo ni yo, hasta que empezó a salir primero humo y luego llamas que nos hicieron salir despavoridos en busca de auxilio, al que respondieron luego los vecinos y los curiosos que llegaban, que tardaron en sofocar el fuego. En un momento oportuno me desaparecí, yéndome a refugiar en mi casa, espichado y asustado, no tardó mucho en presentarse don Rodolfo buscando a mi papá para quejarse del daño que aparentemente yo había causado pero que al explicar cómo sucedió el desaguisado, consideraron que el culpable fue el Popo por haber sido el proveedor de los cigarros y cerillos utilizados.
De cualquier manera nos prohibieron que nos juntáramos ni tan siquiera para jugar en la Plazuela. Muchos años después el Popo se hizo acreedor al mote de “El Tequila” Osuna.
También en la Plazuela bajo de “nuestra” manzana, por la calle de Sixto Osuna, tenía su bufete el Lic. Ignacio Alfonso Gastélum, quien fue mi maestro de Literatura en el primer año de Preparatoria de 1941-1942 y su hijo Nacho quien después de terminar en la UNAM su carrera de abogado fue mi maestro de Historia Universal en el tercer año de Secundaria 1940-1941 y se estableció en el bufete de su papá.
En la manzana de enfrente por la Sixto Osuna, en la esquina con B. Domínguez, en la planta baja estaba la mejor tienda de ropa para caballero de don Jerónimo Drakato, de origen griego que era socio del Club Rotario.
En la planta alta vivía él con su esposa, doña Nicha. Después de ellos, vivió la familia de Dr. Adolfo Andrade, su esposa doña Beatriz Quevedo y sus hijos Adolfo, Lucinda Eugenia, César y Luz del Carmen. El Dr. Andrade fue mi maestro de la cátedra de Higiene en primer año de preparatoria y su hija Beatriz mi maestra de Geografía en tercero de secundaria. El Dr. Andrade y doña Beatriz fueron padrinos de bautizo de mi hermana Esther.
Enseguida de esta finca estaba la Botica Mexicana de don Jovito Domínguez quien vivía en la parte de atrás que da hasta el callejón, en unión de su esposa Ana y sus hijos Ofelia y Angelina. Hacia el oriente seguía la casa del Dr. José Agustín Solórzano Álvarez y sus hijos Pepe y Alicia. El Dr. era pariente de mi papá por lo Álvarez. Fue mi maestro de Deportes en secundaria y preparatoria.
En la esquina con Tacuba ahora Heriberto Frías estaba una cantina que se llamaba “La Veracruzana”. Pasando la calle, en la esquina de la manzana frente a la manzana de lado sur, vivía la familia Cárdenas Noriega, Dr. Gustavo Cárdenas Oria y Dolores Noriega de Cárdenas y sus hijos Gustavo, Andrés, Eduardo, Lolita, José y Fernando, este último el menor de los hermanos, al que llamábamos el “Gorrión” y compañero mío de generación 1944-1948 en la Escuela Nacional de Ingenieros de la UNAM, vive en Culiacán, Fernando me recordó de cuando estábamos nadando en la Playa Sur, entre los pangos y la playa, mi hermano Memo que tendría unos 7 años se cansó y se estaba ahogando y lo salvó, Fernando se acuerda con mucho orgullo de este acto heroico.
Enseguida estaba la Droguería Stein, sucursal de la de México y en la que vino a trabajar el que poco después fuera mi tío, Hans Stein, quien se casó con mi tía Luz, hermana de mi mamá, en 1928.