Promover la paz

Rodolfo Díaz Fonseca
22 abril 2018

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La herencia que Jesús legó a sus discípulos fue la paz: “La paz les dejo, mi paz les doy: no se la doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde” (Jn 14,27).
La distinción es muy clara: no es como la paz del mundo. La paz de este mundo es la de una guerra fría, una tranquilidad acordada y congelada, una pacificación basada en un aparente equilibrio y sustentada en el arsenal militar.
La tecnología globalizó el mundo, pero también se ha globalizado y refinado la violencia. El problema no es la tecnología, sino el corazón del ser humano. A las agresiones verbales, maltratos, gritos y golpes personales se ha sumado una violencia familiar y social en constante aumento.
Johan Galtung, en su Teoría de conflictos, señaló que existen tres tipos de violencia: directa (física, verbal o psicológica), estructural (explotación y marginación) y cultural (relativismo y conformismo). En la cultura romana se acuño la frase: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”; sin embargo, sostiene Galtung que es posible modificarla: “Si quieres la paz, prepárate para la paz”, abarcando los diferentes niveles de la existencia humana: micro, meso, macro y mega.
Ante el reciente asesinato del Sacerdote Juan Miguel Contreras García, de la Arquidiócesis de Guadalajara, los obispos mexicanos hicieron un urgente llamado a construir una cultura de paz y de reconciliación: “Estos lamentables acontecimientos nos llaman a todos, a una conversión mucho más profunda y sincera. Es tiempo de mirar con honestidad nuestra cultura y sociedad, para preguntarnos por qué hemos perdido el respeto a la vida, y a lo sagrado”.
Invitaron a quienes menosprecian la vida “a deponer no sólo las armas, sino el odio, el rencor, la venganza, y todo sentimiento destructivo”.
¿Promuevo la paz?
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