¿Quién mató a Charlie Kirk? ¿La izquierda o la derecha? ¿Importa?
Hace unas semanas, Estados Unidos se conmocionó por el asesinato del activista político de derechas Charlie Kirk. Han sido muchos los comentarios y reacciones a raíz de este hecho, pero la constante en todos ellos ha sido la polarización: ¿El asesino era de izquierdas o de derechas? ¿Debería calificarse como un mártir o celebrarse su fallecimiento? Y es que la obsesión por identificar el “bando” del asesino revela una grieta más profunda en la cultura política contemporánea: una tendencia a convertir la tragedia en un marcador moral, centrada más en obtener rédito ideológico que en sanar las divisiones sociales.
Esta problemática resulta aún más evidente cuando sabemos que el mismo día del asesinato de Kirk hubo otro tiroteo en una escuela de Denver, sumándose a los más de 300 tiroteos masivos registrados solo en el presente año, donde desgraciadamente fallecieron dos estudiantes. Además, el propio Kirk fue víctima de esta sistematización e insensibilidad, pues en redes sociales el momento exacto de su muerte se viralizó, sin ningún tipo de filtro o aviso sobre contenido violento y siendo utilizado como herramienta para incrementar el enojo del bando trumpista o como combustible para ironizar y satirizar la muerte de quien estaba fervientemente a favor de la tenencia libre de armas. Todo ello evidencia la espiral de resentimiento y violencia en la que Estados Unidos y nuestra sociedad se encuentran sumergidos actualmente.
Antes de ahondar en este entorno violento y polarizado, conviene aportar algo de contexto: Charlie Kirk era una de las figuras más visibles del conservadurismo juvenil en Estados Unidos y un referente del activismo digital y presencial de la derecha. Su estilo confrontativo, especialmente en debates virales donde desafiaba ideas progresistas y “woke”, le consiguió tanto seguidores como detractores debido a sus declaraciones controvertidas. De hecho, su influencia llegó a ser tal que se le consideró una pieza clave para la victoria de Trump en la campaña presidencial de 2024.
Para entender el impacto e influencia de Kirk en dicho ejercicio electoral (y posterior), hay que conocer el modus operandi y algunas acciones de Turning Point USA, su organización fundada sin fines de lucro y dedicada a movilizar estudiantes universitarios en torno a valores patrióticos y tradicionales. Pero no se dejen engañar, pues detrás del discurso de diálogo con los jóvenes para alcanzar acuerdos mutuos, se ocultaba un sistema en el que los debates -muchos de ellos viralizados en redes sociales- servían para reforzar la narrativa conservadora y ridiculizar a los opositores. Además, acciones como la Professor Watchlist, una lista pública de profesores acusados de promover “propaganda izquierdista”, que sirvió para señalar y aislar voces disidentes, hacen pensar que la empresa fundada por Charlie Kirk funciona como una “caja de eco” tanto a nivel presencial como digital. Un mecanismo diseñado para difundir una idea dentro de un mismo grupo, fortalecer el sentido de pertenencia a una ideología o comunidad y dificultar la entrada de mensajes ajenos a dicha comunidad.
Pero entonces, ¿pedir que estos espacios y asociaciones sean regulados o incluso censurados no sería ser intolerantes con los mensajes del conservadurismo? Esto es lo que se conoce como la paradoja de la tolerancia. ¿Deberíamos tolerar discursos, pero, sobre todo, acciones que discriminen o desacrediten a otros? Karl Popper, autor de dicha paradoja, menciona que una sociedad verdaderamente tolerante debe estar dispuesta a rechazar la intolerancia, pues permitir que los intolerantes se expresen sin límites puede llevar a la destrucción de la propia tolerancia y de los valores democráticos. En otras palabras, no se deben tolerar comportamientos discriminatorios y el caso de Charlie Kirk, tristemente, evidencia esta teoría.
Tras conocerse la identidad del asesino de Kirk, Tyler Robinson, las redes sociales se convirtieron en un campo de batalla ideológico donde usuarios de ambos extremos intentaron vincular al atacante con el bando opuesto. Días después de su arresto, el responsable declaró: “Ya tuve suficiente de su odio. Hay odios que no se pueden negociar.” Esto podría tomarse como una victoria para el conservadurismo estadounidense; la prueba irrefutable de que lo Woke y Queer (Tyler tenía una pareja de su mismo sexo) daña y envenena a las mentes de los jóvenes, pero... ¿sirve de algo?
En Lexia, entendemos que fenómenos como la polarización y el discurso de odio no solo afectan la esfera pública, sino que ponen a prueba los límites de la tolerancia en nuestra sociedad. Siguiendo la paradoja de la tolerancia de Popper, creemos que una sociedad debe estar preparada para rechazar la intolerancia, especialmente cuando ésta rechaza el diálogo, promueve el odio o busca eliminar la tolerancia misma. Por eso, a través de estudios de opinión, análisis de tendencias en redes sociales y espacios de diálogo (como este), buscamos no solo diagnosticar el problema, sino también proponer rutas para fortalecer la convivencia democrática.
Así que, respondiendo a las preguntas del inicio: no, Kirk no debe ser recordado como un mártir ni glorificarse su muerte. Fue una figura mediática que solo incrementó esta polarización hasta un extremo letal. Sin embargo, tampoco debe celebrarse ni burlarse de su fallecimiento, porque esto genera el mismo efecto, sólo en sentido opuesto. Y es que esta paradoja fue la inspiración de este artículo: sus acciones dividieron aún más a la sociedad y llevaron al poder a figuras que aprovechan dicho mensaje para mantenerse en él. Pero la satisfacción por su fallecimiento solo alimenta más este discurso. Es como el Ouroboros que se devora a sí mismo... sólo nos estamos haciendo daño entre nosotros mismos.
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El autor es Guillermo Ángel González Aguilar, mercadólogo apasionado por la investigación de mercados; fanático de los comics, superhéroes, mangas, D&D, anime y cualquier cosa relacionada con la fantasía y la ciencia ficción.