Quirino abre el juego sucesorio en el PRI

Ernesto Hernández Norzagaray
05 julio 2020

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Quirino Ordaz abre el juego sucesorio en su partido, uno de los suyos salta al terreno de juego y aquel mide las reacciones entre priistas y adversarios, aparece en las encuestas buenas y balines y parte con un 20% de intención de voto.

Los medios de comunicación lo suben a la escena pública y lo someten a escrutinio para ver sus posibilidades reales, algunos no le perdonan ni siquiera el apellido, pero todo es parte del juego del muestreo para decir suavemente que el PRI tendrá candidato a la gubernatura en el 2021 lo que no se sabe todavía es si será competitivo o mera comparsa en los juegos del poder, de las alianzas en la elite de aquí y el centro del país.

Y es que si el gobernador tiene proyecto político para el 2024, tendría que ganar la elección principal de 2021 con un priista o en una alianza de facto que deje satisfecha a la militancia tricolor, no dejar la percepción de que se entregó la plaza, o sea quiere ganar cómo sea, y por eso pone en movimiento la carta de Sergio Torres, quien ha sido calificado como acelerado y no cómo parte de una estrategia de posicionamiento político, y el ex alcalde Culiacán se mueve por todo el estado sea llevando despensas a los pescadores o conversando con los formadores de opinión pública.

Sabe que su permanencia en el juego depende de su capacidad del crecimiento de su imagen y de los arreglos en las alturas, del gobernador, quien será el factótum de la decisión que tome el PRI, pero esas son las reglas no escritas y con ellas se mueve el también Secretario de Pesca.

Además, lo hace con una narrativa del tipo de self-made man (hombre hecho a sí mismo), “vengo desde abajo, empecé barriendo en el Ayuntamiento de Culiacán…” y recordando las buenas y malas que ha pasado, los tropiezos que ha tenido, los golpes bajos, pero sobre todo quiere dejar claro que lo suyo es la perseverancia, el deseo de superación y el ánimo de seguir como político que juega con la pelota que no escogió sino la que le tocó jugar.

Sin embargo, la política como se sabe es de circunstancias, que los astros se acomoden en favor de una candidatura, donde en este caso el gobernador es el director de orquesta, el que escoge la pieza y el ritmo, el que hace los arreglos, y más en estos tiempos, donde el PRI nacional es una momia sin capacidad de reacción.
Y es que si su voz, es la de la priista Beatriz Pagés, está peor con su nostalgia por los tiempos todopoderosos que ya no volverán. El PRI no sabe ser oposición y por eso su titubeo en muchos de los temas de la coyuntura y eso en política es un reuma que te impide caminar, menos correr.

Y eso Quirino lo sabe y por eso tendrá en sus manos la decisión de quien será el candidato a gobernador, y juega con ella, manda a sus pupilos hacer ejercicios de sombra, para alcanzar visibilidad cuando haya que tomar la decisión y seguramente tiene bajo la manga otros nombres, sean hombres o mujeres, que no tienen la fama pública de Sergio Torres y están preparados para contiendas más tersas, más de relaciones públicas, de imagen y mercadotecnia.

Pero no para estos tiempos, es una apuesta riesgosa en un estado donde las disputas por la gubernatura crispan ánimos y generan rupturas, y lo que el priismo necesita es cohesión, cómo también capacidad para construir alianzas ganadoras.

El PAN lo está haciendo en un proyecto nacional antiAMLO, con una narrativa peligrosa “de que todo lo ha hecho mal”, lamentablemente ese tipo de discurso emocional es el “pegador”, el del olvido de las afrentas internas, el que atrae a los desencantados, los indecisos, los inconformes que dejará la pandemia, que habrán de hacer la diferencia en Sinaloa si la competencia viene cerrada como lo indican las encuestas serias.

Ya lo dijimos en otro ejercicio de análisis, para AMLO no hay otra elección que importe, que no sea la de los diputados federales, la que le permita conservar la mayoría absoluta en la Cámara de diputados, para continuar el proyecto de la 4T, y eso puede significar que si tiene que sacrificar en las elecciones de los estados lo va a hacer a cambio del mayor número de diputados. Que en Sinaloa son siete y quizá con cuatro se sienta satisfecho.

Esta es una carta que si Quirino la administra bien puede generarle buenos dividendos en la selección del candidato a gobernador, el Congreso del Estado y las alcaldías principales. Y eso le obliga a movilizar al PRI, establecer alianzas, y presentar un PRI que nada tiene que ver con el nacional.

Y aquello lo veremos cuando se defina quién será el candidato del PRI y de Morena al Gobierno del Estado. Quirino tiene una hornada de jóvenes funcionarios a los que se les queman las habas, pero que no son competitivos porque tienen poca visibilidad y el gobernador cubre hoy todo el escenario político. Es un gobernador que está en todas y eso le quita presencia al resto por más manejo de ellos en redes sociales, además, la mayoría no son priistas, incluso, por ahí anda un panista que sueña con ella.

AMLO, en cambio, tiene de dónde escoger para elevar las posibilidades de ganar o perder la gubernatura. No es lo mismo promover como candidato a Rubén Rocha o a Tatiana Clouthier, que a Jesús Estrada Ferreiro, Luis Guillermo Benítez o Jaime Montes Salas u otro de esta estatura política, la imagen y rentabilidad es distinta.

A AMLO le urge tener mejores gobernadores que el bajacaliforniano Jaime Bonilla o el veracruzano Cuitláhuac García, a los que la crítica ha hecho pedazos por sus desplantes y estilo de gobernar, entonces en Sinaloa se abre la posibilidad de una mejoría de perfiles y ese va a ser un factor que ya puede estar en la decisión.

En definitiva, el juego sucesorio que ha puesto en marcha el gobernador llama a la competencia democrática, a la promoción de cuadros políticos como Sergio Torres, pero también a un posible arreglo entre las élites donde todos salgan ganando.

Al tiempo.