Recuento de un plagio y la solidaridad que despertó

Noroeste
22 noviembre 2020

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Noroeste explicado

Siempre que hablamos de ataques a Noroeste nos referimos casi exclusivamente a cuestiones materiales, de instalaciones, vehículos, equipos de trabajo, o a afectación de nuestra circulación o nuestro producto digital o impreso.

Pero el inicio de esta semana nos trajo una nueva situación que no habíamos enfrentado: la desaparición forzada de uno de nuestros periodistas.

Y aunque todo indica que el hecho no tuvo que ver con la actividad periodística de nuestro reportero gráfico, nosotros lo tratamos como un ataque a Noroeste y, como tal, seguimos protocolos establecidos, los cuales, afortunadamente, en esta ocasión funcionaron.

La situación para nosotros inició la mañana del domingo 15 de noviembre, cuando familiares de uno de nuestros fotoperiodistas en Mazatlán nos contactaron para informarnos que la noche anterior nuestro compañero había sido víctima de privación ilegal de la libertad.

El primer paso que tomamos es reportar el hecho de manera no oficial a dependencias del Estado para empezar a sondear la situación e ir definiendo la ruta a seguir.

Al mismo tiempo explicamos a los familiares la conveniencia de realizar de inmediato la denuncia pública, a través de la plataforma digital y redes sociales de Noroeste. Normalmente, en casos de este tipo, los familiares suelen tener reservas respecto a hacer pública la situación. Pero es nuestro deber intentar convencerlos, porque la experiencia nos marca que mientras más se visibilice el caso, más oportunidad hay de que se resuelva favorablemente.

Esto es porque estamos convencidos de que a los delincuentes lo que menos les conviene es provocar demasiado escándalo al atacar a un periodista. Y nuestro objetivo, con una visibilización del caso, es mostrar a los plagiarios o atacantes que agredirnos les puede “salir caro”. Esa es la mayoría de las veces la única protección con la que contamos. Por eso la usamos.

En este caso en específico, como nuestro periodista no estaba ni en las instalaciones del periódico ni en una cobertura u “horario” de trabajo, sino más bien en actividad y lugar particular, la autorización de la familia era indispensable. Si hubiera sido lo contrario, si la desaparición hubiera ocurrido mientras trabajaba, como empresa no hubiéramos necesitado o esperado el permiso de la familia, sino que la activación de todo hubiera sido en automático.
Por fortuna la familia accedió a que lo denunciáramos públicamente a través de Noroeste y sus redes sociales, y nos autorizó para realizar nosotros como empresa la denuncia legal.

Así, una vez que convencimos a los familiares que nos autorizaran hacerlo público, todos los protocolos y el personal de Grupo Editorial Noroeste empezó entonces a funcionar como una aceitada maquinaria lista para la defensa de la vida de nuestro compañero.

De manera casi simultánea subimos la nota al portal de noroeste.com, informamos a la mayoría de nuestro personal por redes internas, nos pusimos en contacto con toda la red de organismos de defensa de periodistas y acudimos a interponer la denuncia formal ante la Agencia del Ministerio Público Especializada en Desaparición Forzada de Personas.

Sabemos, por experiencia periodística, judicial y de sentido común, que las primeras horas de una desaparición son vitales, y aunque ya habían pasado casi 12 horas del hecho le apostamos todo a la visibilización del caso.

Por fortuna, el respaldo que recibimos de la sociedad, de los organismos y colectivos de periodistas, así como de medios nacionales y las propias autoridades fue enorme.

En pocos minutos, el caso de la privación ilegal de la libertad de nuestro reportero gráfico cundió por todo el estado y el País; medios y periodistas de Sinaloa y nacionales replicaron la nota de la desaparición y la compartieron en sus redes sociales, al igual que las organizaciones de periodistas, defensores de derechos humanos y figuras del medio político, convirtiendo el nombre de nuestro fotógrafo en tendencia en Twitter, por ejemplo.

El Colectivo de Periodistas por La Paz y la Libertad de Expresión, con sede en Mazatlán, y que agrupa a muchos de los periodistas del Sur de Sinaloa, rápidamente se solidarizó con la búsqueda y convocó a una manifestación para esa misma tarde del domingo.

La respuesta a esa convocatoria fue impresionante para nosotros, porque pudimos sentir el apoyo y el respaldo de todos los medios de la región, así como de la propia comunidad que desde sus vehículos o a pie manifestaban su respaldo durante la protesta realizada sobre el malecón de Mazatlán, mientras que en Culiacán también se desplegó una manifestación similar.

Todo el tiempo estuvimos también en contacto con autoridades estatales, tanto de la Fiscalía General del Estado como de la Secretaría de Seguridad, y nos contactaron de la Secretaría de Gobernación del Gobierno federal.

La nota de la desaparición fue muy leída, compartida y comentada, llegando a cifras récord de circulación digital. Por la tarde empezamos a preparar nuestra edición impresa y la enfocamos totalmente a la exigencia de liberación así como reflejar las movilizaciones.

Nuestro temor en ese momento, cuando cayó la tarde del domingo, era que llegaba la noche decisiva, porque por un lado sabíamos que si pasaba la noche y no había sido liberado, sería ya muy difícil que ocurriera, pero también sabíamos que los captores esperarían la oscuridad de la noche para una eventual liberación.

Y la estrategia funcionó. Alrededor de las 23:00 horas del domingo, justo 24 horas después de la desaparición, nuestro periodista fue liberado.

No tenemos duda, la visibilización del caso, que pudo ser posible sobre todo por la solidaridad del gremio y de la comunidad, fue el detonante para la liberación.

Sabemos que en Sinaloa y en todo México, la privación ilegal de la libertad es prácticamente sinónimo de muerte o de desaparición. Fuimos afortunados y en este caso específico de nuestro periodista funcionaron los protocolos, la activación de los organismos y el apoyo de la comunidad.

Pero no nos engañamos, sabemos que en esta ocasión nos ayudó el ser periodistas y tener acceso a personas, dependencias y canales que la gente común no tiene. Y desgraciadamente esos miles de desaparecidos, cuyas familias no tienen la manera ni el peso de un medio de comunicación, no pueden decir lo mismo. Para ellos no hay protocolos, y para ellos no ha habido respuestas positivas.

Lo lamentamos infinitamente y seguiremos aportando desde el periodismo todo el respaldo a las causas de los desaparecidos.

Hoy como medio tuvimos un ataque más que enfrentar, uno más duro y decisivo, donde la vida de uno de nuestro compañero estuvo en alto riesgo.

Nos lo devolvieron, sí, pero los golpes y las secuelas físicas y emocionales no serán fáciles de superar.

Carlos cuenta con el respaldo y la confianza de Noroeste, y con el apoyo de la comunidad y el gremio periodístico, pero él y nosotros sabemos que el desenlace de su caso es excepcional.
Recibió atención médica y ahora está siendo atendido de manera profesional para buscar sanar sus heridas emocionales, pero él mismo ha decidido seguir de inmediato con lo que consideramos la mejor terapia: seguir trabajando de inmediato, someter la calle bajo la audacia de su lente.

En Noroeste estamos agradecidos y conmovidos, no solo por la solidaridad de los medios, las autoridades y la sociedad en general, sino por la fortaleza y la resiliencia de Carlos, nuestro periodista.