¿Reemplazo o Plan B?

16 febrero 2018

""

Arturo Santamaría Gómez

santamar24@hotmail.com

 

La pregunta en este momento es si en la carrera electoral ya nada más compiten realmente López Obrador y Ricardo Anaya porque las encuestadoras más conocidas, sin excepción, sitúan al Peje en primer lugar y al panista en segundo. Incluso la más reciente, la de Reforma, ubica a Meade muy rezagado con menos de la mitad (14 por ciento) de las preferencias que recibe el tabasqueño (33 por ciento), y 25 por ciento del queretano.

 

Usted puede dudar de la plena objetividad de las casas encuestadoras al igual que yo, ya sea porque están cuchareadas, porque están mal realizadas o porque las encuestas se topan ante un electorado en gran parte indescifrable; lo cierto es que, además de nuestra percepción basada en la lectura o escucha de noticias en medios y redes, o si acaso en los que dicen personas de nuestros círculos, no hay otras lecturas de la realidad política de donde agarrarse.

 

Otro tipo de mediciones, como las que lleva a cabo SDP Noticias a través de Facebook arrojan resultados un poco diferentes. Por ejemplo, esta plataforma encuentra a Andrés Manuel López Obrador en primer lugar, en segundo a Meade, a 12 puntos, y en tercero a Anaya; pero pocos le creen, a pesar de la defensa que hace de ella su director, Federico Arreola.

Aun con precauciones e incluso desconfianza podemos usar las encuestas como mercurio para interpretar, más que para medir, las preferencias electorales de la coyuntura.

 

En promedio, las encuestadoras, salvo la de Reforma y la de Blanco y Asociados, le conceden al líder de Morena una ventaja de 11 puntos sobre al candidato blanquiazul. El periódico capitalino la disminuye a 8 y Blanco a 4.

Por su parte, el Peje, según su numerología, dice llevar una ventaja de 15 puntos, mientras que Nuño, en las propias, y Anaya en las suyas, se ven en empate técnico con López Obrador. Obviamente, las encuestas partidarias, al menos cuando se hacen públicas, son las menos verídicas.

 

De las tres coaliciones electorales, la que encabeza el PRI es la más visiblemente preocupada y nerviosa, mientras que las que encabezan Morena y el PAN se ven mucho más confiadas. Tan es así que el tricolor sigue desangrándose aquí y allá. Sus militantes están buscando preferentemente acuerdos con Morena, tal y como los vimos esta semana  con Otoniel García Navarro, ex delegado del tricolor en Sinaloa y Durango, y con Irma Leticia González Sánchez, diputada local en Guanajuato que se fugó como candidata para acompañar a López Obrador.

 

Esta tendencia seguramente continuará con más fuerza conforme vaya avanzando el proceso electoral.

En el interín de las oficialmente llamadas precampañas y las campañas en pleno podríamos estar observando una de dos: la sustitución de Meade como candidato del PRI, y de paso la de Ochoa en el partido, o el plan B del gobierno de Peña Nieto: iniciar la operación por debajo del agua a favor de Anaya.

 

La segunda opción es más que viable y, de hecho, varios capitanes de los conglomerados más poderosos de México ya la están maquinando. La mayoría de los empresarios grandes de México por ningún motivo quieren que el Peje llegue a Los Pinos.

Y si Felipe Calderón estableció acuerdos con Peña Nieto para apoyarlo como candidato a la Presidencia en caso de que la abanderada del PAN no funcionara, tal y como sucedió, lo mismo es muy probable que suceda entre el atlacomulquense y el queretano, con los magnates como testigos de honor.

 

El acuerdo político en última instancia, así sea forzado, entre el PRI y el PAN es obvio: comparten prácticamente la misma visión de Estado-economía-sociedad. Ambos son neoliberales recalcitrantes.

 

Ahora bien, el plan B no excluye el intento de una elección de Estado donde se ponga en juego la inmensa maquinaria de Gobierno para favorecer la continuidad del proyecto neoliberal. Sin embargo, la posibilidad de que esa operación triunfe depende en lo fundamental de dos factores: 1) que la diferencia de votos entre el Peje y el segundo lugar, muy seguramente Anaya, no sea muy grande, quizá 3 o 4 por ciento, y 2) que Morena no sea capaz de tener representantes en el 100 por ciento de las casillas, en estas condiciones las operaciones fraudulentas se facilitan.

 

 

Antes de eso, lo que ya vemos desde ahora es el incremento de la información falsa o distorsionada, además de la mentira y la calumnia, sin dejar de lado el descubrimiento de la información dura, verdaderamente sucia, que tienen todos los partidos debajo de sus alfombras, con la ventaja que tiene el Gobierno Federal, en esta guerra, de contar con el CISEN y muchos medios periodísticos en su favor.