Regreso a la normalidad

Rubén Martín
09 mayo 2022

A no ser por unos tapetes “sanitizantes” inservibles y secos de agua clorada, el uso ya aleatorio de cubrebocas, y la dispensa de gel antibacterial ya rutinario en el ingreso a comercios, asistimos a un regreso casi total a la antigua normalidad tras dos años de pandemia provocado por el virus SARS-CoV-2 que produce el Covid-19 y que confinó a media humanidad en condiciones distópicas.

A excepción de la dura política de cero Covid que aplica el Estado chino y que recientemente confinó a cerca de 25 millones de personas de la provincia de Shanghái, los encerramientos severos, el cierre total de comercios o de actividades de entretenimiento, ya es casi cosa del pasado.

Todo ha vuelto a abrir casi con normalidad: los centros comerciales, los restaurantes, bares, estadios y cines. Lejos están las escenas de partidos de futbol, básquetbol o tenis jugándose sin espectadores en las gradas.

Este regreso a la antigua normalidad se logró con un duro precio pagado por toda la humanidad. Oficialmente, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, se han contagiado de Covid-19 516.6 millones de personas, el equivalente a la población de toda la Unión Europea. Mientras que seis millones 249 mil 223 han perdido la vida por esta sorpresiva pandemia que envolvió al mundo desde que fue identificada en China en diciembre de 2019. Sobra decir que en todos los casos, sean en el país o el mundo, los números oficiales están subestimados. Han muerto y se han contagiado muchas más personas que las que reportan las cifras oficiales.

Las tasas de reducción de la pandemia son notables, especialmente en las últimas semanas. En México se han confirmado cinco millones 739 mil 680 casos totales y 324 mil 334 defunciones hasta el pasado 2 de mayo. Para esa misma fecha había cinco mil 201 casos activos y un promedio diario de 893 mexicanos contagiados, de acuerdo al tracking por Covid-19 del New York Times. Solo para ponerlo en comparación, México llegó a reportar hasta 72 mil 240 casos en un día, que fue el 23 de enero de este año y un promedio de casos en esa semana de 42 mil 788 contagios diarios, según el mismo New York Times. Este mismo diario reporta una reducción de 60 por ciento de los contagios en México en pasadas dos semanas.

En el mundo, el New York Times reportó el 5 de mayo un promedio de 521 mil casos promedio diarios, cuando llegaron a registrarse tres millones 431 mil casos diarios el pasado 24 de enero.

El regreso a la antigua normalidad ocurre en buena medida por el avance en las tasas de vacunación. Hasta el 5 de mayo, más de cinco mil 150 millones de personas en todo el mundo han recibido al menos una dosis de una vacuna contra Covid-19, lo que equivale a 67.1 por ciento de la población mundial. En México 67 por ciento de la población cuenta con vacunación total.

Pero dicho esto, permanece una indignante desigualdad en el acceso a los biológicos. Hay países que han vacunado a más de 95 por ciento de toda su población, mientras varios países de África no la han aplicado ni al tres por ciento de su población.

De este modo, con radicales medidas de confinamiento que aumentaron el control biopolítico sobre nuestros cuerpos por parte de los Estados, con un enorme sacrificio de la población, especialmente la clase trabajadora que no se puedo confinar, estamos regresando a la antigua normalidad. Pero no son buenas noticias.

Lo hacemos sobre el mismo patrón de producción y consumo que produjo la pandemia. Un patrón de producción capitalista que busca la acumulación de capital por sobre el despojo y devastación de los bienes comunes y una explotación y dominación de la élite política y económica por sobre la mayoría de la población mundial. Un sistema que constantemente busca ampliar los territorios de la reproducción del capital, con los riesgos de despojos y devastación ambiental que ello conlleva.

Los expertos señalan al sistema agroalimentario industrial como principal responsable de las condiciones para la generación de enfermedades y virus, como las que nos confinó en 2020 y 2021. Silvia Ribeiro escribió un artículo donde anticipa que si no hay cambios en el sistema industrial de producción de alimentos, estamos condenados a vivir más pandemias: “La cría industrial de animales en confinamiento (avícola, porcina, bovina) es una verdadera fábrica de epidemias animales y humanas. Grandes concentraciones de animales, hacinados, genéticamente uniformes, con sistemas inmunológicos debilitados, a los que se administran continuamente antibióticos, por lo que, según la OMS, son la principal causa de generar resistencia a antibióticos a escala global. Un perfecto caldo de cultivo para producir mutaciones de virus más letales y bacterias multirresistentes a los antibióticos, que con los tratados de libre comercio se distribuyen por todo el globo” (el artículo se puede leer aquí: https://bit.ly/3kS95ei).

Sin cambiar ese modelo de producción y consumo, será cosa de tiempo que enfrentemos otra pandemia, probablemente más mortal y dañina que la que creemos haber pasado. Y lamentaremos de nuevo no haber cambiado el actual modelo de producción y satisfacción de necesidades de la moderna sociedad capitalista. En este sentido, no es una buena noticia regresar a la normalidad que había antes de pandemia.