Responsabilidad histórica y el gatopardismo político

Vladimir Ramírez
17 mayo 2019

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vraldapa@gmail.com

@vraldapa

 

 

¿Cómo evitar que la llamada cuarta transformación no se vuelva una ilusión de esperanza política o falsa expectativa de cambio verdadero en las entidades del País? La pregunta por el momento no tiene respuesta, pero surge cada vez con mayor preocupación y desengaño a seis meses de haber descubierto cómo y de qué están hechos los gobiernos locales de Morena. La conformación de sus gabinetes fue una de las primeras señales para entender que la promesa de cambio en los municipios ha tomado caminos contrarios y se han utilizado criterios políticos muy distintos a los del Gobierno federal.

 

En las democracias electorales es muy difícil encontrar culpables, sobre todo si entendemos la complejidad de elementos y contextos que se involucran en la política y en nuestra particular manera de vivir la democracia, sin embargo, sí es posible señalar niveles de responsabilidad; para el caso que nos ocupa, tendríamos que empezar por reconocer que fue una mayoría electoral la que eligió a los alcaldes y legisladores en las entidades, por lo que es justo señalar que tal responsabilidad, el menos moral, recae y se coloca en dos circunstancias y personajes: el primero se ubica de manera inevitable en una evidente y muy notaria mayoría de electores que votaron de forma indistinta por los candidatos de Morena, y la segunda en el actual Presidente de la República, Andrés Manuel, en tanto que fue él, cuando era candidato, quien solicitó como parte de su campaña electoral el apoyo incondicional para todos los candidatos de Morena a cambio de cumplir su oferta política de hacer historia a favor de México y los mexicanos.

 

Pero la realidad es otra en los estados de la República, principalmente en los ayuntamientos que gobierna Morena, en los que todo parece indicar que trabajan para cualquier otro proyecto político nacional, distinto al del Presidente de México, y en los que la decepción se vuelve un tema cada vez más cotidiano y a la vez ubica a los ciudadanos que votaron por López Obrador y sus recomendaciones, en una suerte de confusa coyuntura política en la que no se lograr ubicar la conexión entre la promesa de AMLO y los gobiernos de Morena.

 

Para el caso de Sinaloa, los seguidores del gobierno de la cuarta transformación continúan a la expectativa tratando de explicarse qué es exactamente lo que está pasando. Por una parte, ese 64.2 por ciento de los electores que votaron por López Obrador no parece que tengan opción de encontrar una respuesta, puesto que votaron por un partido que no tienen sede ni presencia formal en Sinaloa, además de que por otra parte se vuelve todavía más confuso esperar explicación o respaldo de un Presidente de los mexicanos que no gobierna en los ayuntamientos de Morena en Sinaloa.

 

El resultado de haber votado por un sólo partido sin considerar consecuencias es ahora el mayor aprendizaje del electorado. Aceptar que durante todo el periodo de transición democrática en los últimos 40 años, el elector se resiste a participar de manera directa en la toma de decisiones en los órganos de representación y se niega formar parte en la elaboración y supervisión de las políticas gubernamentales. La participación democrática del ciudadano mexicano se distingue por ejercer una democracia que delega las decisiones a sus representantes sin participar más allá de lo que implique ir a votar el día de la elección.

 

Ante este escenario, dilema de que nuestra realidad política sea diferente, está más cercano a la decepción que al de una respuesta o explicación. Mientras tanto, el antiguo y conocido fantasma del “gatopardismo político” se asienta en los gobiernos locales de la anunciada cuarta transformación que no llega. En Sinaloa todo indica que la celebrada invitación para que juntos hagamos historia, quedará en la promesa del cambio para que todo siga igual o peor.

 

Hasta aquí mi opinión, nos vemos en este espacio el próximo martes.