Riesgos del burocratismo
Todos los seres humanos, en mayor o en menor medida, corremos el riesgo de actuar con burocratismo, independientemente del ámbito, giro o nivel en que nos desempeñemos. El Diccionario del Español de México define así el burocratismo: “Práctica administrativa que multiplica en exceso y hace difíciles y lentos los trámites burocráticos”,
Burocracia es una voz que proviene del idioma francés: “bureaucratie”, formada por la conjunción de dos palabras: bureau (oficina o escritorio) y crátos (poder, en griego).
Se incurre en burocratismo cuando, en lugar de ayudar y simplificar los trámites, el funcionario se regodea en hacer más compleja cualquier minucia con el objeto de lucrar con su persona y hacer gala del escaso poder de que goza. Es decir, no comprende que está en ese puesto para servir, y no para servirse.
Este mal puede aquejar a los funcionarios de cualquier gobierno, ya sea laico o religioso. Por eso, el Papa Francisco, al reunirse con la curia romana (conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia católica) con motivo de la fiesta de Navidad, les recordó el sentido de su ministerio, palabra que significa servicio.
Ejemplificó el servicio que deben prestar con tres verbos: escuchar, discernir y caminar, y cada uno de ellos lo remitió a personajes bíblicos: escuchar, como María; discernir, como el Bautista, y caminar, como los magos.
María es el prototipo de la escucha: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38). El Bautista es el modelo de discernimiento para entender a fondo: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,2-3). Los magos son el prototipo del caminar. La diferencia no radica entre “progresistas” y “conservadores”, sino entre “enamorados” y “acostumbrados”.
¿Incurro en el burocratismo?