Riqueza interior
La solvencia económica es necesaria para resolver las necesidades de la vida, pero la riqueza interior es absolutamente necesaria e imprescindible para tranquilizar nuestro corazón, espíritu y conciencia, además de brindar pautas de reflexión que ayuden a organizar y disfrutar la existencia.
Lógicamente, esta riqueza interior de la persona no aumenta su valor con el bullicio y el jolgorio, sino con la introspección y soledad; lo cual no quiere decir que rehúya la convivencia, pero requiere espacios que posibiliten la introyección e intimidad.
El filósofo Arthur Schopenhauer, en su libro El arte de vivir bien, precisó que la identidad esencial es lo que torna valioso al ser humano, y no tanto sus bienes o posesiones, pero solo se alcanza en una profunda y benéfica soledad: “lo que un hombre es en sí mismo, lo que le acompaña en la soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es indudablemente más esencial para él que todo lo que puede poseer o ser a los ojos de los demás”.
Añadió que quien tiene riqueza interior jamás de fastidia ni aburre, pues le bastan sus propias reflexiones: “Un hombre de talento, en la soledad más absoluta, encuentra en sus propios pensamientos y en su propia imaginación con qué divertirse agradablemente, mientras el ser limitado, por más que varíe de fiestas, de espectáculos, de paseos y de diversiones, no llegará a sofocar el tedio que le atormenta”.
A esta misma constatación llegó Michel de Montaigne, cuando afirmó: “Tenemos un alma capaz de volverse hacia dentro: puede hacerse compañía, tiene fuerza para atacar y defenderse, tiene con qué dar y recibir. En esta soledad, no debemos tener miedo a estancarnos en un ocio aburrido”.
¿Me espanta la soledad? ¿Acreciento mi riqueza interior? ¿Necesito recurrir a la diversión o bullicio externo?
La solvencia económica es necesaria para resolver las necesidades de la vida, pero la riqueza interior es absolutamente necesaria e imprescindible para tranquilizar nuestro corazón, espíritu y conciencia, además de brindar pautas de reflexión que ayuden a organizar y disfrutar la existencia.
Lógicamente, esta riqueza interior de la persona no aumenta su valor con el bullicio y el jolgorio, sino con la introspección y soledad; lo cual no quiere decir que rehúya la convivencia, pero requiere espacios que posibiliten la introyección e intimidad.
El filósofo Arthur Schopenhauer, en su libro El arte de vivir bien, precisó que la identidad esencial es lo que torna valioso al ser humano, y no tanto sus bienes o posesiones, pero solo se alcanza en una profunda y benéfica soledad: “lo que un hombre es en sí mismo, lo que le acompaña en la soledad y lo que nadie puede darle ni quitarle, es indudablemente más esencial para él que todo lo que puede poseer o ser a los ojos de los demás”.
Añadió que quien tiene riqueza interior jamás de fastidia ni aburre, pues le bastan sus propias reflexiones: “Un hombre de talento, en la soledad más absoluta, encuentra en sus propios pensamientos y en su propia imaginación con qué divertirse agradablemente, mientras el ser limitado, por más que varíe de fiestas, de espectáculos, de paseos y de diversiones, no llegará a sofocar el tedio que le atormenta”.
A esta misma constatación llegó Michel de Montaigne, cuando afirmó: “Tenemos un alma capaz de volverse hacia dentro: puede hacerse compañía, tiene fuerza para atacar y defenderse, tiene con qué dar y recibir. En esta soledad, no debemos tener miedo a estancarnos en un ocio aburrido”.
¿Me espanta la soledad? ¿Acreciento mi riqueza interior? ¿Necesito recurrir a la diversión o bullicio externo?