Romper
el silencio

Rodolfo Díaz Fonseca
20 marzo 2024

Ye hemos hablado de que el Papa Francisco cumplió 11 años de subir al trono pontificio el 18 de marzo. Lo que no hemos dicho es que, en esa misma fecha, esta columna vio la luz. Sí, el 18 de marzo de 2013 se publicó también la primera columna de Éthos en Noroeste. En cambio, en el muro de Facebook, comenzamos a publicarla en junio de 2018.

Ya hemos comentado, también, sobre los motivos que me llevan a escribir. El 11 de junio de 2022, expresé: “Varias personas preguntan por qué escribo. Se me dificulta responder; es algo adictivo y vital. Escribo para ser, para comunicar, para no fenecer y jamás claudicar. No busco trascender o ser reconocido, sino reflexionar, compartir y encontrar sentido a lo que vivo”.

Sin embargo, mi conciencia más crítica, fría, dura e inflexible reprueba esta actividad, porque, con toda justicia, dice que no vivo lo que afirmo. Empero, nunca he señalado poseer las virtudes de que hablo, ni tampoco constituye un dique para insistir en valores, virtudes, oportunidades, anhelos y proyectos. Si cada persona tuviera que aconsejar solamente de lo que en realidad vive, tal vez no podría nunca abrir la boca.

El periodista y ensayista italiano, Tiziano Terzani, indicó: “Gandhi decía: «Mi vida es mi mensaje». ¿Cuántos pueden decirlo? Pocos. Yo jamás me atrevería. Me quemaría la lengua si dijese una cosa así, pero a mi manera yo también tengo una visión del sentido de mi vida”.

Hay que atreverse a romper el silencio para indicar lo que es bueno y conveniente, aunque no esté uno revestido de perfección. Amado Nervo clarificó: “Sólo hay tres voces dignas de romper el silencio: la de la poesía, la de la música y la del amor”.

¿Me atrevo a romper el
silencio?

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