Sin...
De nueva cuenta la fuerza bruta de las entrañas de la tierra se hizo presente el día 19 de septiembre, tal y como ocurrió en los años 2017 y 1985. Afortunadamente, a diferencia de los sismos anteriores, especialmente en el último citado, el sacudimiento de este año solo cobró dos vidas humanas. Por supuesto, pasado el susto, el humor no se hizo esperar y el pópulo habla de solicitar a la iglesia católica que, dentro de su santoral, se incluya el 19 de septiembre como conmemoración de San Goloteo; uniéndome a dicha petición, yo me iría por la ruta de pedirle a la jerarquía católica, que el mentado día, se le dedique a San Pascual Bailón, el fraile franciscano aragonés.
Y si de temblores y sacudidas se trata, a nivel nacional continúa en la discusión la construcción del Tren Maya, uno de los mega proyectos del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, con el que se pretende detonar la economía de cinco estados del sureste de la República, pero que también implica un sacrificio al entorno natural, y seguramente, enterrar para siempre, vestigios de nuestros ancestros, ya que por dichos lares, no hay excavación de la que no broten vasijas, figuras, monumentos y demás obras de los creativos del México prehispánico.
Visto en el papel, el proyecto de la controvertida ruta férrea de 1,525 kilómetros, que tocará los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, reviste una importancia relevante para la economía de dichas entidades, sobre todo, para 7.3 millones de personas que se encuentran en situación de pobreza, de las cuales, el 30 por ciento están en el nivel de carestía extrema.
Siguiendo la fuente de información gubernamental, se presume que el Tren Maya jalará a la actividad turística de los estados citados, por los cuales pasará, y no solo eso, también se afirma que la transportación de mercancías beneficiará a las distintas actividades de la economía, especialmente a la industria agropecuaria.
Al igual que el frustrado aeropuerto iniciado por la gestión del ex Presidente Enrique Peña Nieto, el proyecto ferroviario de López Obrador es una obra faraónica que está implicando una enorme inversión pública y los montos hasta ahora invertidos, superan por muchos ceros el costo inicial que, en su momento, fue fijado en la cuantiosa suma de 120,000 millones de pesos, cantidad que fácilmente se elevará a los 300 mil millones de pesos. Tan solo para el próximo año, el presupuesto federal contempla una partida de 143 mil millones de pesos para continuar con la ambiciosa construcción.
Para darnos una idea de esta última cantidad, a pesos actuales, representa como 71 años del presupuesto municipal mazatleco.
Hasta ahora, se estima que la obra ferroviaria lleva un avance del 50 por ciento y se calcula que para el año 2024, quede totalmente terminada y en operación. Por supuesto, en las conjeturas políticas del Presidente de la República, entra la posibilidad de que quien lo suceda, sea uno de los suyos, para evitar el riesgo de que si la obra no se concluye como se estima, no sea cancelada, tal y como él lo hizo con el aeropuerto de Texcoco.
Sin lugar a dudas, las obras insignias de las administraciones federales, como es el caso del Tren Maya, cuando las condiciones se dan a plenitud, rinden los frutos esperados en beneficio del bienestar nacional y esperemos que este sea el caso; sin embargo, a la administración actual, al igual que a las anteriores, hay que reprocharles que, dentro de dichos proyectos monumentales, no se hayan incluido los sectores de la salud, de la educación y la seguridad.
Sin tetas no hay paraíso, fue el título de una telenovela, y yo agregaría, si los ciudadanos no tenemos acceso al ejercicio de derechos constitucionales como lo son la educación, la salud y la seguridad, en grado de calidad y eficiencia, las promesas de la 4T, no llegarán a convertirse en el paraíso prometido ¡Igualito que los de antes! ¡Buenos días!