Sinaloa busca a sus desaparecidos
La calle nos pregunta dónde están

Alejandro Sicairos
27 mayo 2025

Las vialidades emblemáticas de Culiacán y Mazatlán gritan por las víctimas de desapariciones forzadas, dándole voz a los pasos de las familias que marchan buscando a quienes les arrebató la violencia y no han vuelto a saber de ellos. Es el andar de los huérfanos de gobierno que estampan en el pavimento y el asfalto los colosales signos de interrogación que flanquean el dónde están las más de mil 400 personas privadas de la libertad ilegalmente durante la narcoguerra en Sinaloa y la incidencia registrada en años anteriores.

Las manifestaciones de cada día referencian el rostro infame de la barbarie que decreta el código donde la vida no vale nada. Los que protestaron ayer en Culiacán con el viacrucis desde Catedral hasta la Fiscalía General del Estado exigiendo les regresen con vida, porque vivos se los llevaron, a cinco desaparecidos. La gente ha decidido salir a luchar contra agresores que no conoce, pero que tampoco el Gobierno combate.

A algunos asusta el escalamiento a crisis humanitaria del fenómeno de las desapariciones en Sinaloa, a pesar de que el promedio diario de 5.7 casos, por encima de la comisión de 5.2 homicidios cada día, da para encender las alarmas e implementar la mayor de las estrategias dentro de las labores que realizan Ejército, Marina, Guardia Nacional y policías locales en materia de contención de las consecuencias del choque interno en el Cártel de Sinaloa.

Aquí cabe la acotación pertinente de que las Bases de Operaciones Interinstitucionales sí presentan algunos resultados, pero son mínimos e insatisfactorios. El 25 de mayo, por ejemplo, se informó del rescate de dos personas que un grupo armado mantenía en cautiverio en los poblados El Pozo y El Guasimal del municipio de Culiacán, y ayer fue liberada otra en Loma de Navolato, inclusive logrando la detención en el primer hecho de seis presuntos responsables de cometer estas actividades ilícitas, y en ambos casos el aseguramiento de armamento, municiones y vehículos.

Pero resulta indispensable que las instituciones de protección ciudadana y procuración de justicia hagan un mayor esfuerzo por evitar que a diario la desesperación de las familias punce a la conciencia colectiva con la reclamación por la escasa voluntad gubernamental para encontrarlos y regresarlos con los suyos. La calle asume la función de megáfono para que nadie desaperciba el sufrimiento social por la ausencia forzada del prójimo.

Sería un avance hacia la atención de la problemática el reconocer que la Fiscalía General del Estado y la Secretaría de Seguridad Pública están rebasadas en la capacidad de investigar y resolver este tipo de delitos, al demostrar las centenas de fichas de búsqueda el desbordamiento de los índices de impunidad. A leguas se nota que el crimen organizado es como zanja que se abre en la tierra y se traga a la gente sin distingos, y que la FGE y SSP actúan como instancias arrasadas por el tsunami de la narcoguerra.

¿Qué debe hacer el Gobernador Rubén Rocha Moya frente a la emergencia humanitaria que deriva de las desapariciones forzadas? Esto se tiene que definir en conjunto entre la fuerza pública federal y estatal, fiscalías generales de la República y de Sinaloa, Comisión Estatal de Búsqueda, los colectivos de rastreadoras, y el apoyo de ONU-Derechos Humanos. Calculemos lo que pueden lograr juntos desde la perspectiva de que la organización Sabuesos Guerreras por sí sola ha podido encontrar recientemente fosas clandestinas como las de Tacuichamona y Mezquitillo.

A esta gran acción contra el crimen que despoja de los hijos a familias debe motivarla el alarido fusionado como el de ayer que emplazó a encontrar a Paul Leonel Jacobo Benítez, desaparecido el 30 de marzo en el fraccionamiento Los Huertos; José Isaías Ibarra y David Antonio Ruelas Pérez, desaparecidos el 31 de marzo en la colonia Guadalupe, y Ramsés Bastidas Arreola y Ricardo Lechuga Verdugo, que fueron vistos por última vez el 28 de abril en la plazuela de Aguaruto.

De igual manera, en Mazatlán la exigencia de devolver a los desaparecidos a sus hogares está en todos lados. En las rastreadoras que el 10 de mayo nos recordaron que es una fecha no para la fiesta sino de lucha y de protesta; las madres que en la avanzada del Carnaval pedían a la sociedad “ayúdame a regresar a casa, mi familia me espera”, quitándole la máscara a las políticas públicas que las invisibilizan. Aquellas guerreras que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, salieron blandiendo el terrible mosaico de rostros de sus hijos privados de la libertad.

Eso es lo que nos dice la calle al traducir los pasos de los marchistas en el quejido de Sinaloa por los ciudadanos que le son despojados con la fuerza de las armas.

Buscar a desaparecidos,

En el callejón sin salida,

En el que estamos perdidos,

Como sociedad disminuida.

Suceden con mayor frecuencia incidentes peligrosos para los grupos de rastreadoras debido a la ausencia o insuficiencia de acompañamiento de la fuerza pública mientras realizan tareas de ubicación y verificación de puntos en los que hallan restos humanos de personas desaparecidas. A veces individuos o grupos armados las amedrentan o persiguen y en ocasiones hasta militares o policías las someten a interrogatorios que nada tienen que ver con los protocolos de protección. Ningún cabo suelto debiera permitirse tratándose de madres realizando búsquedas de alto riesgo.