Tácticas fabianas

Rodolfo Díaz Fonseca
12 febrero 2018

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Hay guerras que no se ganan en combates abiertos. Con hábiles escaramuzas se debilita a un enemigo superior en fuerzas y armamento. No siempre es recomendable el enfrentamiento directo. David no combatió en lucha cuerpo a cuerpo con Goliat. Le bastó su honda para derribarlo y, entonces sí, tomó su espada para degollarlo.
 
Desde antiguo se utilizan tácticas dilatorias para debilitar a un ejército fuerte con intermitentes ataques en los que no se ponga en juego la integridad del minoritario oponente. Estas tácticas han recibido el mote de “fabianas”, en honor del dictador Quinto Fabio Máximo, quien se rehusó a poner en riesgo a las fuerzas romanas y atacar directamente a Aníbal. Prefirió desgastar a los cartagineses obstruyendo las vías para que se reabastecieran de alimentos y hombres.
 
El ejército de Aníbal se debilitó física y moralmente, pues sus hombres estaban ansiosos de una victoria rápida sobre los romanos, a fin de obtener un jugoso botín y mantener alto e incólume su orgullo. Fabio, quien llegó a recibir el título honorífico de “el que retrasa”, encontró múltiples opositores políticos en el Senado Romano. Los senadores consideraron indecoroso no enfrentar directamente a los cartagineses, por lo que lo relevaron del mando. El ejército romano fue brutalmente derrotado en la batalla de Cannas, el 2 de agosto del año 216 antes de Cristo.
 
Las tácticas fabianas han sido utilizadas muchas veces. Fue célebre su implementación en Rusia contra las tropas de Napoleón por parte de Mijaíl Kutúzov, quien quemó la ciudad de Moscú y provocó la retirada de los franceses en el crudo invierno, como se recuerda en la Obertura 1812 de Tchaikovsky.
 
Tal vez, resultaría más inteligente enfrentar al narcotráfico con la liberalización o con tácticas fabianas, en lugar del combate frontal y abierto.
 
¿Utilizo tácticas fabianas?
 
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