Torruco y el imprudente ‘sí al Carnaval’. Salvar al Alcalde y contagiar a Mazatlán

Alejandro Sicairos
31 enero 2022

Es verdad que el aguachile combinado de camarón y callo de hacha, o el pescado zarandeado que prepara “El Cuchupetas” en Villa Unión, le quitan el pesimismo a cualquiera, pero al Secretario de Turismo, Miguel Torruco Marqués, se le subió demasiado la felicidad al decretar el viernes que sí se puede realizar el Carnaval de Mazatlán porque la variante Ómicron del coronavirus lo enfermó a él y su familia sin resultarles letal. ¿Y qué con los 235 sinaloenses que han muerto durante el mes que lleva la cuarta ola de la pandemia? ¿Éstos no cuentan porque están fuera del primer círculo del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador?

En la misma línea de irresponsabilidades por el manejo de la emergencia sanitaria que hoy le genera demandas penales a Hugo López-Gatell, el desacreditado zar anti coronavirus del Gobierno Federal, Miguel Torruco arriesgó la credibilidad y el cargo con tal de otorgarle un espaldarazo político al Alcalde de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez Torres, quien se aferra a realizar el Carnaval cuando la nueva cepa de la Covid-19 presenta más de 8 mil casos activos. ¿O realmente lo envió ex profeso el Presidente a sacar a “El Químico” de este otro bache de la desfachatez?

Algo, quizás una fría cerveza Pacífico, hizo perder el piso a Torruco y tastabillar con la situación delicada que, según los datos oficiales y el color amarillo del semáforo epidemiológico, debe ser tratada con bastante sensatez. “A mí ya me dio, antes de la vacuna el Covid-19, entonces a mí tampoco me la platican y en Navidad me dio con toda mi familia el Ómicron, entonces éste no es letal, son tres días de tos y dos días más de un catarro muy duro”, expresó.

¿Qué hay con las empresas cuya fuerza laboral está diezmada por el SARS-CoV-2? ¿Los médicos, enfermeras y demás personal de hospitales que al resultar contagiados paralizan actividades de la salud pública? ¿A cuál bote de la basura se van las campañas para convencer a la población a que continúe cuidándose? ¿Quién le garantiza a los jóvenes o familias enteras que acuden a la máxima fiesta mazatleca que van a salir bien librados en caso de infectarse del virus? ¿A nadie le importa que desde la celebración carnavalera les llegue la enfermedad a los adultos mayores y personas con comorbilidades cuyas vidas sí están en riesgo?

Torruco vino y se pasó por el arco del triunfo todo lo que el Gobierno de Sinaloa había dicho y hecho para proteger a la población más allá del negocio que deja unos cuantos millones de pesos con el alto costo de contagios y decesos. Si no fue por las viandas con mariscos o las cervezas que a cualquiera le mejoran el estado de ánimo, alguna pócima alucinante le dio a beber “El Químico” para que alucinara el Carnaval como “una bocanada de oxígeno” en vez de notar las consecuencias de lo que él dice se cura sólo con paracetamol.

Es la misma fiebre crónica que a lo largo de dos años de pandemia le ocasiona delirios al autodenominado régimen de la Cuarta Transformación. Aquellos espejismos desde el remedio presidencial “detente enemigo, el corazón de Jesús está conmigo”, el “hemos domado la pandemia” de abril de 2020, y ahora el testamento político, que llevan a los mexicanos de la mano al encuentro de la Covid-19 como si los más de 305 mil fallecimientos no existieran, no dolieran.

Nadie, del nivel de poder que tenga, o mejor dicho de la aptitud negligente que ostente, tiene derecho a jugar con la vida ajena. Cuando el 24 de diciembre se supo del primer caso de la variante Ómicron en Sinaloa la pandemia apenas presentaba señales esperanzadoras de que la pesadilla acababa con 75,889 registros totales de contagios, 9,052 defunciones y solamente 284 casos activos de aquella fecha. Apenas íbamos tomando confianza y relajando las medidas preventivas cuanto llegó la cuarta ola que hasta el corte del 29 de enero reporta 102,205 casos totales, 8,120 de estos activos y 9,287 muertes. Más claro: 235 ciudadanos han perdido la vida en 37 días.

Los secretarios de Turismo en turno han efectuado históricamente giras de trabajo por Sinaloa para darles rienda suelta a sus pretensiones de sibaritas y rara vez traen consigo algo que le represente desarrollo al estado. Y desde hace décadas también las exquisiteces que les brinda Manuel Sánchez Villalpando, “El Cuchupetas”, cristalizan el sortilegio cantado por José Alfredo Jiménez de que “aquí hasta un pobre se siente millonario”. Sin embargo, nunca previó el cantautor que un servidor público que debe trabajar para el bienestar del pueblo llegara a sentirse el profeta que da por innocuo al coronavirus.

Lo que está por verse en el terreno de gobernabilidad estatal es si Rubén Rocha Moya se suma a la arenga para que el Carnaval se realice y luego evaluemos las consecuencias sobre los cadáveres de las víctimas de la pandemia. Por lo pronto, preocupa su postura en el sentido de que “es más buena la opinión que da Torruco; además, él sabe lo que opina el Presidente, ‘El Químico’ por supuesto está en la idea de realizar el Carnaval; yo también lo estaría, se está comportando bien la pandemia, la primera cosa que tenemos que hacer es que no podemos vivir confinados eternamente, tenemos que vivir la nueva normalidad y esta es una nueva normalidad”.

Observemos pues si el hijo pródigo de Batequitas se expone a que la historia inmediata lo muestre junto a “El Químico”, y ahora al lado de Torruco Marqués, en el banquillo de los negligentes del coronavirus, en el cual está por sentarse López-Gatell.

Porque él vivió para contarla,

Torruco y su don de adivino,

Nos afirma en amena charla,

Que el virus ya no es asesino.

El PRI no está para expulsar de sus filas a Quirino Ordaz por el hecho de aceptar la Embajada de España que le ofreció López Obrador. Con dicha actitud y la debandada en las filas tricolor Alejandro Moreno será líder de un partido sin militancia. No le sienta bien esa soberbia que tarde o temprano le valdrá la “hueviza” que ya le cayó encima a Mario Delgado, dirigente de Morena.