Totalitarismo y Subsidiariedad

Carlos A. Dumois
13 junio 2018

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Enséñame y déjame. Déjame a mí; yo puedo sin ti.
Al hablar de totalitarismo digital en un artículo anterior, en que un programador lograra un sistema experto mundial (SEM) que controlara a todos los otros sistemas expertos y a todas las computadoras y a todo lo digital, ese programador no querría vender su SEM por mucho que le pagaran, sino usarlo para gobernar el mundo. Además, haría todo lo posible para que no se supiera que era él quien lo gobernaba. De otra forma llegarían incluso a matarlo para quitarle su SEM.
Ese programador sería único y de por vida. Nadie habría sido tan “dueño del mundo” como él. Sería como los viejos monarcas designados por herencia y con apoyo divino, pero a nivel mundial y con un poder superior al de cualquier tipo de milicia. Su totalitarismo sería incluso superior al de esos monarcas, ya que ellos gobernaban sólo en su nación; en cambio éste gobernaría en todo el mundo.
Este nuevo “dueño del mundo” tendría todo lo que quisiera, pero tendría el problema de gobernar al mundo: ¿cómo gobernarlo? Y más: ¿cómo gobernarlo bien?
¿Valdría la pena ser un déspota y odiado dictador totalitario? ¿Qué objeto tendría para quien ya tiene todo lo que quiere, y de por vida? Este planteamiento es muy novedoso, porque todos los otros totalitarismos han tenido siempre el afán de conquistar lo que les faltaba, el resto del mundo: no tenían todo lo que querían. Y al conquistar a los pueblos los hacían sentir ser conquistados, y resentidos con el conquistador.
Pero este nuevo dueño del mundo de hecho ya lo había conquistado, y sin que el mundo se sintiera conquistado ni resentido; y más aun, sin que siquiera lo supiera. Y a este dueño se le presentan dos posibilidades: gobernar despóticamente, obligando a los demás a hacer lo que él quiere y le gusta (como un dictador); o gobernar amablemente, dejando que los demás hagan lo que ellos quieren y les gusta (subsidiariedad). Este dueño querrá gobernar subsidiariamente, a menos que sea un enfermo mental, a quien le guste hacer sufrir a los demás.
Dado que este dueño tiene de por vida todo lo que quiere y es muy inteligente (ha programado el SEM), se da cuenta de que ahora tiene un poder de observación mucho mayor, incluso con gran detalle. Y decidirá no llegar dando órdenes (como un conquistador), sino llegar observando.
Observará que el mundo funciona muy mal: guerras, crímenes, etcétera, con la consecuencia de la desdicha. Él tendrá que corregir todo eso, y tendrá que informar al mundo de este nuevo gobierno mundial, pero sin que el mundo se moleste por ello. Para lo cual tendrá que hacer algo que al mundo le encante: típicamente, desactivar el poder nuclear, de modo que una guerra atómica en el futuro sea ya imposible.
Daría oscuras pistas para que la gente pensara que el nuevo gobierno proviene de la inteligencia artificial o de algunos extraterrestres que nos ayudan para que no nos autodestruyamos, o algo así. Y haría algunas cosas más, muy amables, para ser bien aceptado. A efectos prácticos no habría gobernantes, sino algo un tanto impersonal… ¡un buen gobierno!
Este inteligente dueño se dará cuenta de que gobernar en el fondo es educar, lograr que la gente acepte que las cosas se hagan bien a fin de lograr la dicha. Lograr que las personas obren bien por sí mismas, sin que otros hagan lo que a ellas les corresponde. Eso es subsidiariedad.
El ejemplo típico es la educación. El Estado quiere educar en sus escuelas públicas, y que las escuelas privadas lo hagan como él quiere; no las deja educar por sí mismas. Y las escuelas no quieren que la familia eduque por sí misma. Y los padres de familia no quieren que sus hijos se eduquen por sí mismos (autoeducación). Entonces los hijos no se desarrollan bien, ni lo hace la familia, ni las escuelas privadas. Y así en todo lo demás.
En todo eso falta subsidiariedad, que consiste en que los de abajo hagan todo lo que puedan; y en lo que no pueden, se les ayude para que puedan, de modo que todos se desarrollen al máximo. Ésa es la mejor educación, que conduce al mejor gobierno.
 
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Carlos A. Dumois es Presidente y Socio Fundador de CEDEM.

 

* “Dueñez®” es una marca registrada por Carlos A. Dumois.