Trabajar después de los 50. Los retos de un mercado que envejece sin cambiar

Claudia Calvin
01 noviembre 2025

En México y en la mayor parte del mundo, la edad laboral se acorta justo cuando la vida se alarga. Cumplir 50 años, para muchas personas, no es alcanzar la madurez profesional, sino el principio de la invisibilidad y la exclusión. Las empresas dejan de contratar, los portales de empleo dejan de mostrar vacantes y los programas públicos rara vez contemplan a quienes aún tienen mucho que aportar. Hay que decirlo tal cual es, quienes están tomando decisiones al respecto, el mercado y la economía se equivocan: el futuro no está en jubilar la experiencia, sino en aprovecharla e incluirla.

En México, 1 de cada 4 adultos mayores trabaja. En otras palabras, las personas mayores de 65 años siguen trabajando y no por voluntad, sino por necesidad. La mayoría lo hace en la informalidad, sin seguridad social ni acceso a pensión. Esta realidad contrasta con el discurso oficial sobre “envejecimiento activo”: la mayoría trabaja no por gusto, sino para poder vivir (o sobrevivir).

De manera paralela y paradójica, el mercado laboral sigue expulsando a quienes superan los 50, aunque el mundo envejezca.

La tendencia es mundial. Para 2080, de acuerdo con el World Economic Forum habrá más personas mayores de 65 años que menores de 18. El mundo está envejeciendo y lo que sigue vigente son las estructuras legales e institucionales, y ni hablar de la mentalidad y la cultura, que se crearon el siglo pasado y fueron diseñadas para jubilar a las personas a partir de los 60 y 65, no para integrarlas.

Las vacantes laborales publicadas en portales laborales en México rara vez están abiertas a personas mayores de 50 años. El edadismo laboral se ha convertido en un prejuicio silencioso: una forma de discriminación tan normalizada que ni siquiera se nombra.

Mientras tanto, otros países aprovechan el talento senior. Japón, en donde el 30 por ciento de la población es mayor de 65 años, ha creado programas de reempleo para que las personas en este rango de edad puedan regresar al mercado laboral. La decisión responde a diversos factores, uno de ellos es el hecho de que las personas jóvenes están “a la baja” y es necesario llenar puestos de trabajo que deben ocuparse. El 25 por ciento de la población que se encuentra en este segmento ha regresado a trabajar el último año. Otra de las razones es la insuficiencia de las pensiones.

El emprendimiento después de los 50 es otro motor de la Silver Economy o Economía Plateada. En España y América Latina las personas de este grupo representan un porcentaje alto. En el primero, 14 por ciento de las startups son presididas por personas entre 50 y 64 años de edad. En nuestra región, se estima que para 2030 más del 16 por ciento de la población estará en ese rango y una de las características de su vida es que no tienen ni protección social ni ahorros suficientes y el emprendimiento es la única alternativa de sustento que tienen.

En México sólo 0.6 por ciento de las personas fundadoras de empresas en México emprenden después de cumplir los 65 años. A partir de los 45, muchas personas emprenden por necesidad, porque se quedaron sin trabajo, por un deseo de autonomía o como complemento a su trabajo formal y la necesidad de generar más ingresos.

La dimensión de género revela una historia aún más compleja. Las mujeres mayores enfrentan la triple desigualdad: edad, género y cuidado. Las mujeres tienen una pensión media 25 por ciento inferior a la de los hombres a nivel mundial y el dato es muy similar en México. El saldo promedio de la Afore de las mujeres es 26.8 por ciento menor que el de los hombres, inclusive en casos en los que tienen trayectorias comparables.

En este contexto, son las mujeres quienes sostienen la economía del cuidado y están al frente de la economía del autoempleo. Más del 45 por ciento de las pymes en México están presididas por mujeres. La informalidad laboral sigue siendo una constante en el País, e incrementó en este año y quienes lo viven son en su mayoría mujeres. Este fenómeno no es sólo mexicano, es global. ONU Mujeres lo expresa claramente: “Ya sea como vendedoras ambulantes, empleadas domésticas, trabajadoras de la agricultura de subsistencia o temporeras, las mujeres tienen una representación desproporcionada en el sector informal”.

El empleo y el emprendimiento después de los 50 deberían verse como parte de la economía del futuro, no del pasado. La longevidad laboral ya está aquí y hay que tomar decisiones para garantizar condiciones de igualdad y respeto por una vida digna e incluyente. El retiro en las condiciones actuales se ha convertido en casi una utopía para las personas mayores, y sobre todo para las mujeres mayores. Partiendo de esta realidad, es necesario reconocer la experiencia que aportan, la estabilidad, ética del trabajo y conocimiento implícito, justo los elementos que más necesita una economía en crisis y transformación como la que vivimos.

La economía plateada no será sostenible si no integra a quienes la encarnan. Reemplear, capacitar, dar mentoría y coaching, así como abrir opciones de financiamiento a las generaciones mayores no es filantropía: es inteligencia y también visión estratégica.

El futuro del trabajo no está en la juventud eterna, sino en la colaboración intergeneracional.

La economía internacional y la mexicana en particular, tiene una oportunidad histórica de demostrar que la experiencia no se jubila: se transforma, se toma en cuenta y se incorpora.

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La autora es internacionalista y politóloga, fundadora de Mujeres Construyendo.