Trumpmonroísmo

Arturo Santamaría Gómez
13 diciembre 2025

En México y en otras partes de América Latina no son pocos los que se alegran que Donald Trump amenace y de hecho intervenga en los asuntos internos de los países de la región. Hoy están felices de que esté a punto de invadir Venezuela y sueñan con que lo haga en nuestro territorio.

Los admiradores de Trump creen que el hombre naranja quiere “liberar” a los países de América Latina del “comunismo” y de los narcotraficantes, y por eso lo admiran y le baten palmas.

En efecto, el magnate neoyorquino, entusiasta animador de las fiestas del pederasta Jeffrey Epstein y ahora Presidente de Estados Unidos, está haciendo volar por los aires el fracasado socialismo chavista, ya tiene en la mira al Presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, al mismo tiempo que un día sí y otro también advierte que podría intervenir militarmente en México, pero lo que realmente tiene como objetivo, al margen de la indudable presencia del crimen organizado en los tres países y de un socialismo en ruinas, es seguir al pie de la letra la bicentenaria tesis monroísta de que América es territorio de dominio de los Estados Unidos.

En las circunstancias actuales eso quiere decir que Estados Unidos no permitirá que los intereses, ya sean económicos o políticos de China y Rusia se consoliden y extiendan en América Latina. Y si, con el tiempo, es posible sacarlos de la región, lo hará, con Trump o sin Trump en la Casa Blanca. Rusia, en términos geomilitares y China en términos tecnológicos y comerciales son los dos grandes rivales de Estados Unidos hoy en día. Este país considera que, si desde ahora no contiene en América Latina a esos dos rivales, podría perder su hegemonía a corto plazo, y más particularmente con China, quien desarrolla tecnologías de punta, sobre todo Inteligencia Artificial, a pasos agigantados.

Estados Unidos, a lo largo de dos siglos, desde que se escribió el Destino Manifiesto en 1823, pero sobre todo en el siglo 20 y en lo que va del 21, ha apoyado o impulsado tanto regímenes democráticos, dictaduras militares como sistemas autoritarios, tal y como sucedió con el PRI a lo largo de setenta años, con el fin de, siempre, defender los intereses del Tío Sam (que alguna vez dijeron que eran los de sus grandes empresas transnacionales, cuando sin rubor declararon “Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos”).

Para las grandes empresas y los gobiernos de Estados Unidos es ya una obviedad decirlo: no es ni la democracia, ni el bienestar de los pueblos latinoamericanos lo que les importa, sino el crecimiento y poder de esos dos campos de la sociedad estadounidense.

Hay quienes creen ingenuamente que Trump, o cualquier gobierno estadounidense, quiere eliminar de la faz latinoamericana a los cárteles de la droga, cuando ellos no han podido eliminar al interior de su país un masivo e incontrolable consumo de drogas durante más de un siglo. No, la guerra contra las drogas no pretende acabar con su consumo. Ella no es más que un recurso de intervención en los asuntos de América Latina para ayudar a su control y dominio.

En este contexto, la amenaza de Trump de intervenir en México es real, y por eso el Gobierno de Claudia Sheimbaum ha sido muy cuidadosa de no hacer enojar al oso. No obstante, no ha resistido a muchas de sus presiones y exigencias, como las de apretar el acelerador en el combate a los cárteles de la droga. No tan solo el gobierno central de México debe alejarse de toda relación con los grupos criminales y alejar toda sospecha de complicidad sino también los gobiernos estatales y municipales. A muchos ya les ha costado la vida hacerlo intentarlo hacerlo; sí, pero la presión de Trump cada vez es mayor.

Sinaloa y Michoacán son de máximo interés para los gobiernos de México y Estados Unidos porque son el espacio estratégico de las operaciones de los principales cárteles de la droga de nuestro País y del mundo. Es por eso que en las próximas elecciones la lupa de Trump va a estar sobre ellos. Van a vigilar a detalle la vida, la trayectoria y acciones de sus candidatos a puestos de elección popular. Incluso es muy probable que antes de que haya candidatos pretendan influir en la decisión de sus nombramientos si es que encuentran sospechas de relaciones anómalas.

Es un hecho que las elecciones estatales de 2027 serán las más vigiladas por Estados Unidos en toda su historia. Los objetivos geoestratégicos de Trump así lo determinan. Los partidos mexicanos, más bien quienes seleccionan a sus candidatos, deberán ser extremadamente cuidadosos en su selección porque no se le pueden dar pretextos a Trump para presionar a México o, eventualmente, intervenir militarmente.

El futbol profesional, al margen de su oferta lúdica, necesaria en una sociedad marcadamente estresada como la sinaloenses, es una lamentable pérdida turística para Mazatlán por los beneficios económicos que arrojaba para diferentes sectores, pero los directivos del Mazatlán F.C., no ayudaron mucho. Cuando tenían buenos jugadores, como Aldo Rocha, el Chino Huerta o Hugo González, para sólo mencionar tres, los vendían. Así cómo.